Instituto de la Guerra – Arcanum Majoris
Al día siguiente de la aparición
del Xeniam, este volvió a su posición habitual. Las llamas blancas lamieron su
cuerpo todo el tiempo, sanándolo de las heridas acontecidas en Noxus, aunque
ese detalle no era percibido por la mayor parte de los Invocadores, que se
alejaban espantados al ver a la figura ardiente observarlos fijamente. Aquel
fuego continuó tratando su magullado cuerpo, un aspecto que solamente Kayle,
quien le había visto llegar, pudo advertir, aunque esta había estado ocupada hasta
que el Maestro Armero partió al Comedor del Ala Sur junto a todos los
Invocadores guardianes del Arcanum. El Xeniam por su parte permaneció en paz
algunos minutos, sanado y atento, hasta que alzó el rostro, mirando hacia un
extremo del pasillo. Una alta figura le indicaba que se acercara. No le hizo
falta mucho para recordar la figura del Árbitro Invocador de la Grieta,
Ansirem. Era de los pocos Invocadores que le superaba en altura en casi una
cabeza, de facciones bien cuidadas y mirada contemplativa. Para haber superado
la cuarentena de años, apenas lo aparentaba.
– Saludos, Akran. Me han enviado
para informaros que el Concilio se ha reunido y desea hablar con vos a tenor
del incidente con Urgot y vuestra desaparición. Desde ahora expreso mis
profundas y sinceras disculpas. No esperaba que ese desgraciado hubiera podido
provocar un error a propósito en su equipo de esa manera –su voz era
clara y nada dejaba intuir que estuviera mintiendo al Xeniam, quien se quitó la
capucha, contemplando a Ansirem del todo. El Árbitro fue capaz de sostener su
mirada sin perder su compostura.
– No mentís. Agradezco el gesto. No demasiados
Invocadores… –Akran dejó la frase en el aire, evidenciando lo
evidente. El alto Árbitro hizo un gesto, negando con la cabeza.
– He contemplado demasiadas
batallas, he visto demasiado caos como para que una figura que no es humana me
perturbe. He visto al Vacío, a los Kinkou, he contemplado a un General Noxiano
decapitar al Príncipe Heredero de Demacia suficientes veces como para que mi
propio concepto de la realidad en ocasiones se vea… Alterado. Pero ahora, si me
seguís, nos reuniremos con el Concilio en un breve almuerzo. Supusieron
correctamente que no os acercaríais al Ala Sur a tal fin… –el Xeniam asintió levemente, mientras su filo
desaparecía de sus manos y comenzaba a moverse. Se dirigieron a la Sala de
Audiencias del Concilio, para variar: en todas las otras ocasiones Akran había
sido dirigido a Salas de Juicio u observación, convenientemente preparadas para
un combate. Esta vez, no obstante, acudiría a la Sala que realmente cumplía el
propósito de atender reuniones. Cuando Ansirem abrió la puerta, Akran pudo
observar el espacio convenientemente. Una sala circular, muy espaciosa,
separada en tres espacios perfectamente delimitados por la disposición del
mobiliario. Uno de ellos era el empleado en aquel momento, una gran mesa sobre
la que el Concilio mantenía un almuerzo con algunos Embajadores de otras
Ciudades-Estado y algunas personalidades. En las otras dos Áreas se mantenían
reuniones más formales, siendo una enfocada a debates, con una gran mesa
redonda, donde ni siquiera los miembros del Concilio tenían absoluto liderazgo,
y la otra se parecía a la Sala de Juicios, tres altos estrados.
El Árbitro y el Xeniam se
acercaron a la mesa, donde los comensales ya les esperaban, expectantes. Dos
sitios, situados cerca del centro de la mesa, permitían que la totalidad de los
asistentes pudieran ver bien a ambos, especialmente al Xeniam, quien se sentó
sin más tras una leve inclinación de cabeza. Ansirem tardó un poco más,
saludando a otros compañeros Árbitros antes de sentarse a su vez. La selección
de alimentos era sin duda variada: desde fruta de Bandle y Jonia a carnes de
Freiljord, especialmente valiosas y sabrosas. Un vino de Aguas Estancadas más
suave de lo que uno podría esperar acompañaba al resto de la comida. No pocos
Invocadores dejaron sus charlas para observar a Akran: al fin y al cabo nadie
le había visto probar un solo bocado en público, y más de uno esperaba ver cómo
se comportaba para poder burlarse de él. Sin embargo la atención del Xeniam
estaba centrada en el Concilio, que lo miraba atentamente. Aquellos tres pares
de ojos lo evaluaban de formas muy distintas, lo sabía; aunque sus heridas
estaban sanadas, los ecos de su magia eran claros como el agua para aquellos
poderosos Invocadores. Reginald en particular, con su irritante sonrisa,
parecía saber perfectamente qué había hecho, mientras Therion lanzaba una
mirada de reprobación, posiblemente por haber permitido que aquello sucediera
bajo su vigilancia. Vessaria mantenía un rostro neutro, aunque en parte dejó
entrever un instante de alivio. Los tres miembros del Concilio mantenían sus
rostros ocultos con sus capuchas, naturalmente, pero la mirada del Xeniam no
era igual que la de los Invocadores a su alrededor.
– Empezad,
tendréis mucho que contar, asumo –comenzó Vessaria, sin dejar de
mirarlo fijamente a los ojos. – Podéis retiraros la capucha si así lo deseáis –Por respuesta, el rostro hechizado de Akran se
reveló ante el resto de asistentes. Aunque la mayoría se sobrepuso, la mayoría
de embajadores volvió a caer, mostrando al Xeniam aquella expresión estúpida
que le desagradaba. Resultaba extremadamente difícil ocultar algo del mundo si
no dejaban de contemplar cada paso o gesto que hagas, había aprendido. Aun así
mantuvo el reto velado de Vessaria, y comenzó a comer, sin dejar de observar al
Concilio. Sus manos se movían velozmente sobre la mesa, con los cubiertos
empuñados, probando todo lo que allí disponía.
– Antes de que
comencéis vuestras explicaciones, es necesario recordar a todos los presentes
que en la sesión de ayer ya dejamos claro la actuación de Urgot con respecto a
Noxus, por lo que no repetiremos el debate de nuevo. El Verdugo actuó por su
propia cuenta y será reprendido como tal. No obstante, la magnitud de lo
sucedido se fijará en función de las palabras de nuestro más reciente invitado,
aquí presente –dijo Therion con
una voz lenta, observando especialmente a los embajadores demaciano y noxiano,
los más problemáticos con diferencia.
– Considero que lo sucedido en Noxus no merece especial
interés. Me enfrenté a su reto y sobreviví. Cobré esa invocación involuntaria
en sangre, carne y espíritu. No creo que deseéis detalles al respecto
–dijo sin más, antes de vaciar toda una copa de vino sin inmutarse. Algunos
embajadores se miraron entre sí, confundidos, mientras Akran continuaba
devorando la comida a su alrededor como si nada. Therion llamó al silencio,
mientras Ashram observaba fijamente al Xeniam, frunciendo el ceño.
– ¿No tenéis nada
más que decir al respecto? –preguntó finalmente, mientras miraba a Jaun,
el embajador Noxiano con el rabillo del ojo, quien había estado sospechosamente
callado.
– No –reafirmó el Xeniam, volviendo a
beber una última vez antes de retirarse levemente de la mesa, considerablemente
desprovista de comida. –¿Tengo más preguntas que responder, o puedo retirarme?
Tengo un combate que preparar, como sabéis. –dijo, mirando fijamente al
Concilio. Vessaria suspiró levemente antes de responder con voz cansada.
– Jax, Nidalee,
Pantheon, Sivir, Leona –dijo sin más, para luego inclinar la cabeza,
concediéndole permiso para retirarse, lo cual sucedió al instante. Ansirem
ladeó la vista, mientras apuraba la copa de vino. Cuando escuchó la puerta
cerrarse, esperó unos segundos mientras los embajadores comenzaban a murmurar
entre ellos, la mayoría airados.
– Árbitro.
Esperamos ver vuestras capacidades al máximo dentro de dos días. No querríamos
ver otro accidente similar… –pronunció Ashram lentamente, mirándolo con
atención. El alto Invocador asintió ante sus líderes con chispas en los ojos.
– No volverá a
suceder nada semejante.
Instituto de la Guerra – Ala Norte
Los cinco Invocadores deambulaban
a través de los expositores y las solemnes placas que conformaban el Ala de
Exposiciones: cientos de objetos descansaban, copias de aquellos que empuñarían
a la hora de combatir en uno de los Campos de la Justicia. En aquellos momentos,
los cinco se encontraban en frente de las nuevas líneas de exposición, tras la
recuperación del Maestro.
– ¿Entonces no crees
que sea buena idea reclamar alguno de los nuevos artefactos de Doran?
–preguntó uno de ellos. –Son naturalmente difíciles de invocar, pero ese Bastón
del Huracán tiene muy buena pinta, Hanem…
– Sin duda potenciaría a Nidalee, pero no me atreveré a
innovar en un combate como este. Ni ella debe conocer sus efectos, ni yo sé
cuánto afecta ese bastón a mi poder interno. Aún no se han usado en combate
real de todas formas, no podremos reclamarlos –comentó el llamado Hanem,
mientras observaba el mencionado artefacto frente a si, que emanaba una intensa
energía mágica… Sin embargo aún poseía las marcas del desgraciado que lo había
usado por primera y única vez.
– Entiendo… Entonces
empezaremos como siempre –afirmó una de las dos Invocadoras del grupo,
observando hacia los primeros expositores, donde se encontraban los conocidos
artefactos de Doran: la espada, el escudo y el anillo.
– Sí, es nuestra mejor baza –prosiguió Hanem,
observándolos fijamente. –Solo sabemos de esa
criatura lo que todos conocen. Poderosa, rápida, un asesino, pero muy débil.
Seguiremos la formación habitual solo por comodidad, y porque ignoramos desde
dónde atacará…
– Bueno. Yo sé un
poco más –dijo el Invocador asignado a Jax. –Uno de los Invocadores zaunitas
bebió demasiado durante la cena y no paró de hablar de la humillación a la que
había sido sometido… –cuando se quiso dar cuenta, los otros cuatro lo
miraban con expectación, por lo que prosiguió. –Intentaron quejarse frente al
Árbitro, pero este aludió que había sido aceptado por el consejo. El Xeniam no
está limitado por la conexión entre Campeón e Invocador, por lo que se
encuentra siempre al máximo de sus capacidades… Y como bien sabéis, eso no
sucederá con nosotros. Yo no puedo soñar con dirigir a Jax como si este actuara
de forma independiente, por ejemplo…
– Sin embargo,
morirá si se excede. Y no resucitará en el Campo, ¿cierto? –el resto de
Invocadores se miraron entre sí, asintiendo levemente. Emplear esa
particularidad a su favor les seguía resultando cruel. Pero también era una
certeza: debían defender a los intereses del Instituto. Y dejar a aquella cosa
vagar libre entre sus muros no era una opción.
– Si, Jolie. Pero esa no es necesariamente nuestra
prioridad. Si se rinde, se aceptará su derrota y se interpondrán las medidas
necesarias. Quiero veros en veinte minutos en el centro de la sala con una
composición defensiva, sin sorpresas. Tenemos un día y medio antes del choque.
Quiero que el mundo vea qué grado de compenetración tenemos. ¿Entendido? –dijo
Hanem, contemplando a los otros cuatro Invocadores respectivamente. No había
trabajado antes con ellos, pero el resultado personal de cada uno había notado
una creciente mejoría, especialmente con la joven, Jolie. Pasar de Invocador
novicio a tal grado de coordinación y exactitud… Aunque fuera de sus oídos
muchos Invocadores dejaban claro que su comportamiento era demasiado mecánico e
irreal como para tomarla realmente en serio. Ideas que a Hanem no le importaban:
este era su momento para demostrar que el Instituto hacía bien confiando en él.
Al día siguiente, en el Arcanum,
la figura ya regular del Xeniam se encontraba vigilante. Restablecido por
completo, la única diferencia con respecto a otras ocasiones era el libro que
portaba en su mano derecha y que parecía leer con notable interés, lo cual no
quería decir que realmente estuviera distraído. El primer guardián Invocador
que trató de sorprenderlo terminó con tres centímetros de cuchilla hundidos en
su cuello antes de que Akran comprobara que quería gastarle una broma. Tan
pronto como el filo abandonó la carne, un latigazo de fuego blanco restañó la
herida. Pero la impresión fue suficiente como para que el guarda necesitara un
viaje de urgencia hacia las Salas de Curación mientras el resto de Invocadores
atravesaba al asesino con miradas gélidas. Definitivamente estaban mejor sin
él.
– Uh… Así que lo
que dicen es cierto. Veloz, casi invisible al ojo, y sin piedad. Divertido –dijo
una voz femenina a unos pocos metros del Xeniam, quien por toda respuesta,
ladeó el brazo izquierdo, permitiendo que Evelynn contemplara la hoja
apuntándola a ella. Frunció el ceño por un instante, antes de rodear la figura
de Akran, encarándolo. La estilizada figura de la Hacedora de Viudas,
encaramada en aquellos extravagantes tacones, no dejaba de moverse realmente,
posiblemente atendiendo a alguna idea propia, o por seguridad. –Puedo oler su
miedo. Te odian, y te temen. ¿Por qué ayudarlos entonces? –preguntó,
sonriendo, mostrando sus afilados dientes. El Xeniam, por su parte, marcó el
libro que leía y lo ocultó dentro de su armadura, para luego cambiar de pie en
el que se apoyaba contra la pared. Evelynn sabía que la había escuchado y que
la miraba, pero permanecía en silencio. Bien, ella sabía esperar a su vez, en
su trabajo había tenido que hacerlo numerosas veces. Tras unos largos minutos,
el Xeniam abrió sus labios.
– Beneficio propio. Como muchos otros hacéis aquí –enunció. Evelynn volvió a sonreír, mirándolo detenidamente. Al igual que ella,
su tono de piel era distinto, muy distinto al humano común. Aunque ella poseía
una figura tan atrayente como terrorífica para los necios Invocadores, sus
dones como asesina excepcional eran más que bien pagados. Y, si bien era cierto
que si permanecía en la Liga por motivos que solo convenían a ella… Eso no
quería decir que fuera a contentarse solo con ello.
– Algunos sabemos
obtener más beneficio que otros… Y a ti te vendrían muy bien esos beneficios
privados, al margen del Instituto… ¿Sabes a lo que me refiero? –dijo
la fémina, volviendo a sonreír mientras se inclinaba más hacia el Xeniam, revelando
su figura incluso más de lo que ya parecía posible, atravesándole con la
mirada.
– Puedes intentar tentarme, pero es inútil. Sé quién
eres, y tu… Ocupación. Me subestimas, Hacedora de Viudas. Les estoy escuchando
al otro lado del muro. –por toda respuesta, la sonrisa en Evelynn
desapareció mientras se alejaba a paso vivo de allá, mientras al otro lado del
muro varias figuras se desvanecían.
– Tus trucos no
servirán en los Campos, Segador... ¡Allá no hay sombras donde puedas ocultarte! –dijo mientras desaparecía en el aire con un
contoneo de caderas, abrazándose a la oscuridad de forma que resultaba
imperceptible al ojo común. Akran frunció el ceño por unos momentos, antes de
volver a extraer su libro.
–
… “no solo para
ser letales mano a mano en combate marcial, sino ser capaces de empuñar las
armas-reliquia…”
La Invocadora apartó la mirada,
ignorando los gritos y jadeos. Aquella parte del trato era imposible de
permutar… Pero haría todo lo posible por conseguir sus propósitos.
– Dispones de una oportunidad dorada. No te dejes llevar, actúa
solo en el último momento. Alude que es necesario pasar al ataque completo. En
el instante en que puedas aturdirle… Decapítalo. Sé que quieres que sufra… Pero
quieres matarlo antes que dejar que vuelva a escaparse de tus manos, ¿verdad…? –sus
manos rozaban el rostro de Jolie, quien permanecía impasible, mirándole
fijamente a los ojos y asintiendo.
–
Sí, maestro… No
hay nada que desee más.
– En ese caso, continúa tu preparación. Y ya sabes… Mira a los
demás. Mi ofrecimiento continuará en pie todo el tiempo que desees, Jolie.
Disfruta de los privilegios que supone entender la debilidad que sacude a
Runaterra, y cómo es posible librarse de ella… –un jadeo especialmente
intenso detuvo su charla, pero el mensaje había sido suficientemente claro.
Sonrió levemente, mientras veía a la Invocadora reunirse con sus otros
hermanos… Como debía ser.
Corruptos, atados entre sí. Y
sobre todo, atados a su voluntad. Así debían funcionar los siervos.
Grieta del Invocador – Antesala
El brillo mágico de las antorchas
mantenía completamente iluminada aquella estancia, previa a los dos caminos que
llevarían a las respectivas Salas de Invocación, y a las Esferas de Tránsito
que transportarían a los Campeones a la Grieta. Vigilados constantemente por la
élite de la Liga para evitar cualquier animosidad previa al enfrentamiento, aún
se encontraban sellados por la Puerta del Árbitro. Solamente Ansirem, en este
caso como el Árbitro principal, permitiría que se iniciara el combate. Pero
antes de ello, como siempre había hecho, enunciaría las reglas. Esta segunda
vez sería más claro con las reglas especiales.
En la sala, se encontraban los
cinco Invocadores, al lado de los cinco Campeones elegidos por la liga. En el
extremo de la izquierda se encontraba Pantheon, el Artesano de la Guerra. El
imponente guerrero representante de los Rakkor, habitantes del Monte Targon. Su
rostro se encontraba oculto por el casco ancestral que portaba, al igual que
toda su armadura, su enorme escudo y su poderosa lanza. Antes del combate, el
guerrero hablaba poco, centrado completamente en la tarea que disponía a
realizar, como su pueblo siempre había hecho. El arte de la guerra latía en su
corazón, y se encargaría de destruir completamente a aquel asesino si se atrevía
a pisar la calle superior.
Al lado del imponente guerrero,
una figura embutida en una armadura incluso más antigua y poderosa esperaba su
turno. Leona, de los Solari, habitante de la cima del Monte, meditaba sus
opciones. Su estilo de combate, donde su escudo golpeaba como si se tratase un
mazo de guerra, se había adaptado a la liga como protectora, no como atacante.
Aun así, era muy difícil detenerla si se arrojaba hacia delante… Y mucho más,
si la voluntad de los Solari la acompañaba en la calle inferior.
Sivir no necesitaba ese tipo de
concentración. Le importaba más que su imponente y mágica arma estuviera a
punto para relucir en los Campos. ¿Enfrentarse a un asesino? Para la Dama de la
Batalla eso había sido el pan de cada día antes de entrar en el juego de la
Liga de Leyendas… Mercenaria, asesina, guerrera… Sin embargo no era tonta, y
fiarse sería lo último que haría. Sabía suficiente, especialmente tras ciertos
pagos no muy legales, como para tener una idea de a qué podía enfrentarse… Los
artefactos que había atesorado con el paso de los tiempos sin duda le vendrían
bien, especialmente el escudo. Aunque esa mole armada de Leona funcionaría
mejor, llegado el caso…
Si el cambio de ropaje entre
Leona y Sivir resultaba chocante, lo era incluso más la diferencia entre esta
última y Nidalee, la Cazadora Bestial. La que alguna vez fue una joven niña
perdida en la peligrosa y feroz Jungla de Kumungu, adoptada por una familia de
pumas, absorbió parte de la magia natural del lugar, transformándola en alguien
que no era del todo humano. La enorme lanza de la mujer salvaje golpeó el suelo
una vez más, con impaciencia. Calle central… Servía su estilo de caza, aunque
la presa no parecía nada que pudiera aprovechar.
Finalmente, en el extremo
derecho, una figura encapuchada, ataviada con ropajes ligeros… Y un viejo y
gastado farol de latón. El rostro enmascarado de Jax contemplaba a su enemigo,
mientras el Campeón… Realmente muy pocos sabían de él, antes de que entrase a
la Liga, venciera 197 veces seguidas, y la Liga impusiera aquellas reglas
específicas de combate: luchar con un farol. No dispondría de una calle para él
mismo, pero toda la Grieta sería su terreno. Enfrentarse a un asesino como el
Xeniam sin duda sería un cambio interesante para el legendario Maestro de
Armas.
Frente a los diez, se encontraba solo el Xeniam. Encapuchado del todo, con algunos mechones plateados surgiendo
de la oscuridad, portaba dos largos filos negros en sus manos, y aquellas
eternas dos llamas en su rostro que mostraban hacia donde se encontraba
mirando. Había visto a los diez, evaluando cada uno con cuidado, antes de
extraer las espadas de su cuerpo, lo cual demostraba que había llegado a alguna
decisión con respecto a su estrategia.
– Os encontráis en la Grieta del
Invocador para un combate particular, atado a reglas especiales. Ya se os ha
informado previamente, pero lo repetiré para no dejar lugar a dudas. En esta
batalla, solo hay un objetivo: Destruir al equipo contrario. Las torres se
encontrarán desactivadas, por lo que no será posible atacar la base rival. La
posibilidad de adquirir artefactos, excepto guardianes de visión, se encuentra
disponible para el equipo azul, que sí posee Invocadores, así como la capacidad
de resurrección de los Campos de la Justicia –como esperaba al mentar lo
último, uno de los Campeones avanzó hacia delante, concretamente Sivir. Internamente,
Ansirem consideraba que ella sería la Campeona que menos preguntas debería
hacer, principalmente porque habría pagado a suficientes Invocadores como para
saber todo lo que quisiera. Pero precisamente, preguntar la ayudaría a mantener
las formas…
– Es decir. Si él nos derrota a los cinco, aunque sea
uno a uno, él gana, y nosotros resucitamos como siempre. Si lo matamos, él
muere del todo… ¿Y ganamos nosotros? –preguntó, mirando de lado a
sus compañeros, expresando aparentemente genuina curiosidad. El Árbitro
simplemente asintió, dejándola con una mirada de confusión, antes de volver a
su lugar.
–
La
Dama de la Batalla ha dicho sin querer algo que aún no había comentado.
Efectivamente, en el caso en el que el Xeniam os derrote, tenéis la obligación
de permanecer en vuestra base. Vuestros Invocadores podrán asistir a los
restantes, pero sin vosotros, Campeones. Finalmente, termine como termine el
combate, os retiraréis en parejas de dos, a través de las Esferas de Tránsito.
Todos conocemos qué sucedió la última vez, y el Concilio se niega a que se
repita. ¿Todos estáis conformes con estas reglas? En dicho caso, como Árbitro
de la Grieta del Invocador, yo, Ansirem abro esta Puerta.
El veterano Invocador avanzó
hacia la Puerta del Árbitro, y colocó su mano en su centro. Un chasquido llenó
la estancia, y tras esto, las puertas gemelas se abrieron, mostrando un leve
pasadizo que se bifurcaba en dos. Varios guardianes de piedra velaban en aquel
pasillo, junto a algunos Invocadores. Los diez miembros del equipo azul miraron
por última vez a su enemigo antes de avanzar, perdiéndose por su pasillo. Una
vez se retiraron, Akran comenzó a caminar, mientras su filo se perdía en su
cuerpo.
– ¿Quiénes observan este combate?
–preguntó, mirando al Árbitro.
– Todo Valoran –respondió sin
más. El Xeniam se quitó la capucha, y sonrió de una forma que provocó que el
veterano Invocador, que había visto a las criaturas del Vacío con tanto detalle
como si estas lo hubieran devorado, sintiera un leve escalofrío.
– Esta vez no me contendré.
Ciudades-Estado de Valoran
En el momento justo, los grandes
Orbes de Visión iluminaron las amplias estancias situadas en las
Ciudades-Estado, hermanas unas de otras, formadas por el Instituto de la Guerra
al inicio de la Liga de Leyendas. Un espectáculo a nivel continental que todos
disfrutaban por igual, al punto de que se había sustituido la guerra por
aquellos combates representativos. Lo que aseguraba la supervivencia de una
Runaterra ya devastada por la magia sin control, evidente por los inmensos
fenómenos mágicos que la azotaba. Pero tales pensamientos no tenían cabida en
las multitudes que ahora contemplaban expectantes el desarrollo de los sucesos.
Los nombres del equipo azul relucieron así como sus imágenes representativas,
lo cual provocaron jaleos de ánimo por parte de los fanáticos de Leona,
Pantheon, Sivir, Nidalee, y Jax. Finalmente, el último nombre, el de Akran,
junto a su imagen, provocaron cierta confusión, ya que al fin y al cabo ese
combate sería la carta de presentación ante el mundo, si bien en Noxus algunos
recordaban a ese maldito engendro. Antes de que las imágenes de los orbes que
sobrevolaban constantemente la Grieta aparecieran, desde los Orbes de Visión
resonó la voz mágicamente ampliada de Ansirem, quien enunciaba en ese momento
las normas añadidas al combate. Algunas voces de indignación surgieron, pero
fueron las menos, especialmente cuando las imágenes comenzaron.
– ¡Bienvenidos a la Grieta del Invocador!
–rugió la voz de la locutora de la Liga. El combate comenzaba.
Grieta del Invocador
Los cinco Campeones surgieron en
lo alto del pedestal, observándose unos a otros. Los cinco Invocadores se
miraron entre sí, asintiendo levemente. Cada uno observaba el mundo que su
campeón veía, sentían sus extremidades y sus capacidades, más allá de los
límites humanos… Aunque siempre existía esa eterna sensación de aturdimiento,
esa falta de conexión completa que provocaba que los Campeones jamás fueran tan
hábiles como fuera de los Campos de la Justicia.
Jax fue el primero en lanzarse
hacia delante, dirigiéndose hacia la jungla del norte. Su primer objetivo sería
el habitual, derrotar al gólem gigante que le proveería de una ventaja mística,
acelerando sus capacidades. Pantheon lo seguía desde atrás, lo ayudaría antes
de dirigirse hacia la calle superior, mientras que las otras tres féminas se
dirigían ya a sus calles respectivas.
– Escuchadme todos. Comenzaremos como siempre, derrotando
súbditos para conseguir la experiencia de combate y poder de invocación. Ya
sabéis qué artefactos ir invocando en tanto atesoréis el poder suficiente, sed
cautos y no os fiéis. No disponemos de visión ampliada –la voz de Hanem,
líder del equipo, invadió la Sala de Invocación azul, y los otros cuatro
Invocadores murmuraron una débil respuesta de afirmación. Habiendo dado las
últimas instrucciones, Hanem volvió a centrarse en las habilidades de Nidalee. Estaba
habituado a su estilo salvaje de combate y estaba seguro de sus capacidades, la
lanza en la mano de Nidalee tenía aquel agradable peso que le permitía preveer
hasta dónde la podría arrojar. Sin duda, aquellas armas místicas de los
Campeones, que volvían a sus manos una vez lanzadas, eran más que prácticas en
la Liga…
– ¡30 segundos para los súbditos!
Instituto de la Guerra – Ala Sur: Sala de Visión
La gran mayoría de los
Invocadores que se encontraba libre de tareas se encontraban en aquella inmensa
sala, capaz de albergar a la totalidad de los residentes del Instituto,
Campeones incluidos, mientras la Esfera de Visión les permitía contemplar
perfectamente lo que sucedía en la Grieta. Si bien aquello había sido
terminantemente prohibido, había sido imposible evitar que entre los propios
Invocadores realizaran apuestas, a tal punto que dentro de aquella sala, se
hacía un poco la vista gorda. Aquel orondo Invocador interesado por las
apuestas unos días antes había apostado una gran cantidad de monedas de oro en
contra del Xeniam, como la inmensa mayoría. Las apuestas corrían 30 a 1, por lo
cual la mayoría de Invocadores comentaba que por vez primera, Valoran vería una
muerte real en un combate a través de las Esferas, algo que nunca había pasado.
– ¡Se han generado súbditos!
Los Campeones, por otra parte, se
encontraban en balconadas aparte, si bien una buena cantidad de ellos solía
ignorar ver el espectáculo en el que ellos formaban parte, o bien lo veían
desde sus propios hogares. Kassadin, Lucian y Kayle estaban entre aquellos que
se habían quedado a ver el combate, interesados por ver a aquella criatura
contra la que se habían enfrentado en acción. En otro de los balcones se veía a
una interesada LeBlanc, acompañada por la insidiosa Evelynn, mientras en otro
un tranquilo Malphite, el gigante de piedra, dialogaba con Maokai, el Treant
Retorcido. Para muchos era raro contemplar a aquellos extravagantes Campeones
allá, porque aunque ambos ostentaban una esencia elemental que los hacía afines
entre sí, el que observaran aquel combate era algo sin duda extraño, así como
la presencia del Armadurillo, Rammus en su propio balcón, en su eterno
silencio. Más de un Invocador se preguntó si no habrían tomado demasiadas
expectativas… Por el momento, el Xeniam no había hecho acto de aparición, ya
que a diferencia de otras ocasiones, las Esferas de Visión solamente mostraban
al equipo azul, por decisiones arbitrales…
– ¿Estáis viendo
lo que hace? –dijo Therion,
alzando una ceja. Los tres miembros del Concilio se encontraban en su sala
privada, contemplando el lado morado desde una Esfera en sintonía con la de
Ansirem.
– Eso no lo hizo en el anterior
combate. Tampoco estaba tan motivado como hoy –la voz del Árbitro resonó
desde la esfera. –Si
buscabais un espectáculo, lo tendremos.
– Se enfrenta a
cinco poderosos Campeones, Árbitro. Que sobreviviera una vez no quiere decir
que lo haga esta vez… –dijo Reginald, con su eterna sonrisa ladina.
Desde su puesto, Ansirem sonrió.
– Oh, claro que no. Pero si se
enfrenta a cinco Campeones controlados por Invocadores, las posibilidades
comienzan a aparecer. Oh, comienza a moverse.
– Ha estado cinco
minutos conjurando. ¿Qué va a…? –Vessaria se acercó hacia la esfera,
incrédula. Los tres miembros del Concilio quedaron en silencio, expectantes.
Grieta del Invocador
Sivir acababa de lanzar su búmeran cuando observó
la figura sombría del Xeniam surgir en la calle inferior, tras los súbditos
morados. Al instante, el Invocador indicó su presencia, alertando al resto del
equipo. Akran parecía haber cambiado de arma, llevaba lo que parecía una ristra
de cuchillos arrojadizos mientras avanzaba hacia los súbditos azules. Cuando
estuvo en la distancia suficiente, las dagas comenzaron a volar de sus manos,
asesinando al instante a los constructos de la Liga. Sivir sonrió, mientras su
Invocador avisaba a Jolie, quien controlaba a Leona en aquellos momentos para
que se introdujera en la foresta mágica de la Grieta, con el fin de aproximarse
al Xeniam y cazarlo. En cuanto la Defensora Solari se introdujo en aquel
matojo, su rastro desapareció por completo. Leona avanzó hasta el borde del
seto, pero si pasaba al siguiente, Akran la detectaría en un instante. Frunció
el ceño, sabía que podían acabar con él a la primera… Así que Jolie lanzó un
hechizo propio, que provocó que Leona se teletransportase al otro seto.
– ¿¡Pero
qué haces!? –dijo el Invocador que controlaba a Sivir, mientras se acercaba
hacia el Xeniam, golpe a golpe.
– Es tu momento, ¡mátalo en cuanto lo atrape! –rugió
Jolie, lanzándose hacia delante. El invocador que controlaba a Sivir gruñó,
pero asintió mientras la Dama de la Batalla se abría a paso a golpe de búmeran.
En cuanto estuvo en posición, Leona surgió de la maleza con su arma mística que
arrojó hacia delante, dispuesto a atrapar a Akran, mientras Sivir arrojaba su
búmeran hechizado, en aquel disparo feroz directo, libre de súbditos. Aquel
búmeran era casi el triple de grande de lo habitual y tres veces más brutal. Su
Invocador abrió los ojos todo lo que pudo, en cuanto vio cómo el Xeniam dio un
paso hacia delante, evitando por lo mínimo el arma de Leona mientras saltaba…
Sobre el búmeran, que comenzaba a retroceder, llevando al Xeniam directamente
hacia una Sivir desarmada, quien intentó evitar el golpe, pero Akran arrojó la
decena de cuchillas que aún tenía en sus manos, ensartándola con la mayor parte
de ellos.
– ¡PRIMERA SANGRE! –rugió la locutora,
mientras una buena cantidad de personas gritaban indignadas, al ver caer a
Sivir tan fácilmente. En medio de esa indignación, no vieron como el Xeniam se
lanzó hacia delante, evitando a una furiosa Leona que lo perseguía, y se
introdujo en la jungla contraria.
– Maldita
sea, ¡¿qué ha sido eso, Jolie?! –gritó el otro Invocador, ahora inútil,
mientras veía el combate sin poder hacer nada, aún sorprendido. La joven no
respondió, centrada en cazar al Xeniam. Leona irradiaba una poderosa luz solar
que la defendía ahora, mientras trataba de encontrar al escurridizo asesino.
Lanzó un grito de indignación cuando desistió, y volvió a la calle inferior,
dispuesta a tomar el lugar de Sivir.
Ciudades-Estado de Valoran
El público contemplaba la Esfera
con una mezcla entre sorpresa y decepción, al ver cómo Sivir era destrozada sin
piedad alguna, para que luego el Xeniam desapareciera de nuevo. Jax volaba de
un lado a otro, destrozando a los monstruos neutrales, pero no lo había
encontrado, mientras que los otros dos miembros del equipo continuaban
adquiriendo experiencia y poder de invocación. Nidalee ya estaba envuelta en el
aura azul que la devolvería a su base, cuando escuchó el inconfundible sonido
de una de sus trampas al activarse, la que había situado en el arbusto inferior
del río. Al momento, olió la sangre, y arrojó una lanza que atravesó
rápidamente el espacio entre ella y el enemigo, pero no escuchó el
satisfactorio impacto al golpear. El Xeniam surgió desde el arbusto, con una
pierna ensangrentada y sus alas desplegadas, con las que alzó el vuelo y se posicionó
tras sus propios súbditos. Esta vez llevaba una suerte de espadas largas, que
arrojaba casi como Nidalee sus lanzas, pero con una agresividad mucho mayor que
en la calle inferior, rápidamente vaciando la calle de súbditos azules. Nidalee
arrojó su lanza especial una vez más, aprovechando un despiste del Xeniam, que
simplemente agarró un súbdito morado con el que detuvo la lanza, antes de
arrojarlo a un lado y lanzar una de sus espadas, que se hundió en el costado de
Nidalee. La Cazadora Bestial se alejó, herida, mientras el arma desaparecía de
su cuerpo, solo dejando la hemorragia. Pero estaba lejos de perder así,
mientras la fuerza primaria restablecía su cuerpo y agudizaba sus sentidos. Sus
ojos parecieron volverse los de un animal salvaje mientras las lanzas
desaparecían de sus manos, destrozando a los súbditos y tratando de alcanzar al
Xeniam, que debía evitar todas las trampas dispuestas a su alrededor.
– ¡Destrózalo!
¡Pártelo en dos! –se podía escuchar desde Aguas Estancadas, una de las Ciudades-Estado
donde las apuestas movían más dinero. Ya aquellos que habían apostado por Sivir
gruñían de frustración al ver cómo les habían desplumado de su dinero en un
mero instante, mientras los que habían optado por Nidalee rugían como nunca.
– Bah,
que le den. Mirad cómo retrocede a su propia jungla, esto no tiene ya sentido
–comentó uno de los espectadores mientras se giraba, dispuesto a volver a su
casa. Entonces, escuchó el chillido del público, y volvió a ver la pantalla,
alzando una ceja. El Xeniam había pasado casi en un instante desde la calle
central a la superior, y portando una enorme espada, golpeaba el escudo de
Pantheon como si planeara partirlo en dos…
Instituto de la Guerra
– ¡Anda
ya! ¿Pero cómo ha esquivado esa lanza? ¡Juraría que le ha dado! –dijo uno de
los Invocadores.
– Creo
que la rechazó con la espada. Increíble, está haciéndole retroceder cuando
golpea, ¡pero la lanza de Pantheon no hace contacto!
– Rápido… –murmuró Kayle para sí, agarrando la baranda.
– Usar el arma de Sivir en su beneficio…
El Segador no ha sobrevivido al Vacío por pura suerte –la voz deformada de Kassadin se alzó suavemente,
entre los Campeones de su entorno.
– Se mueve
rápido. ¿Quién puede desplazarse tan rápido dentro de un Campo de la Justicia?
Ni siquiera Hecarim a marcha completa –gruñó Lucian, mirando de reojo
una de sus armas. Hecarim tenía muchos disparos en su nombre ahí guardados…
– Parece que se ha recuperado de la
trampa de Nidalee –comentó de pronto Olaf, el Berserker. El terrible
guerrero de Lokfar, aliado del Clan Garra de Invierno de Sejuani, contemplaba
la batalla con interés, con un barril de Groggy Ice en la mano. –No parece el
mismo de antes.
– Su fuego blanco
le permite curarse. ¿En qué no es el mismo?
–dijo Kayle, mirando directamente a Olaf, quien se encogió de hombros.
– Su estilo, su
postura. No parece igual, solo es eso –La Justiciera bufó, volviendo su
atención en la pantalla. Pantheon acababa de conectar una lanza arrojadiza en
el Xeniam en el muslo izquierdo, forzándole a abrir sus alas para moverse, pero
en ese momento el poderoso guerrero se lanzó hacia él, escudo en frente,
reventándolo contra el suelo y aturdiéndolo, rechazando el golpe feroz que
Akran había lanzado por impulso. Pantheon alzó su lanza principal, dispuesto a
rematarlo, provocando el jaleo de una buena cantidad de Invocadores.
Grieta del Invocador – Sala de Invocación Azul
– ¡Venga! ¡Acaba con él! –dijo un emocionado Hanem a
la Invocadora al cargo de Pantheon, quien había visto cómo sus esfuerzos tenían
su fruto. Jax corría hacia la calle superior, en caso de que pasara algo, pero
ya lo tenía atrapado. Ningún guerrero podía vencer tan fácilmente al Artesano
de la Guerra, al fin y al cabo. Pantheon hundió su lanza en el Xeniam en el
pecho, que gruñó de dolor una vez antes de quedarse quieto. Pantheon se apartó
de él, golpeando su lanza contra su escudo en gesto de victoria, sin dejar de
notar el hecho de que los golpes de Akran realmente habían sido duros y su
escudo había tenido problemas en ellos… Entonces notó dos cosas. Que el cuerpo
del Xeniam ya no estaba, y que dos espadas gemelas habían nacido en su pecho.
– ¡El equipo morado ha matado a un enemigo!
–volvió a rugir la locutora, mientras Akran desaparecía a través del río. Jax
corrió a su encuentro… Pero no lo vio por ninguna parte.
– ¡¿Qué demonios está pasando?! –dijo Hanem,
mientras continuaba atento a su propia calle. Hanem portaba ya un pesado tomo
de hechizos, así como un par de botas encantadas que proveían a Nidalee de
mucha más velocidad y poder.
– No…
No lo entiendo. ¡Estaba muerto! ¿Por qué no lo anunciaron? ¿Cómo salió? –dijo
la Invocadora encargada de Pantheon.
– No era él –dijo
el encargado de Jax.
– ¿Qué?
– Parece que es
capaz de usar clones… Como Shaco, pero es otro nivel. Fijaos bien, ese no tenía
heridas de la trampa de Nidalee, y el que le mató surgió de los arbustos de la
calle superior. Supongo que para controlarlos, necesitará estar quieto y
centrado en su base, solo tenemos que seguir matándolos y lo forzaremos a
exponerse –Jolie y Hanem asintieron, gruñendo levemente. Leona se
dirigió hacia la calle central y se unió a Nidalee, acabando con los súbditos
morados rápidamente. Dado que las torres no estaban activas, solo deberían
seguir adelante. Jax permanecía en la espera, atravesando la jungla… Cuando se
encontró con un nuevo Akran. Este era el asesino de Pantheon, por sus dos
espadas largas. Jax no lo dudó, y se lanzó contra el Xeniam, quien detuvo los
golpes del farol, que comenzaron a ser más y más rápidos. El Invocador contaba
con suficiente experiencia y artefactos como para que el potencial del Maestro
de Armas de la Liga comenzara a salir a la luz, y pronto el Xeniam comenzó a
retroceder, incapaz de sostener sus golpes. Akran se lanzó hacia atrás, a uno de
los arbustos, dispuesto a desaparecer del alcance de Jax, pero en ese momento
otro hechizo de Invocador surgió, y todo alrededor del Xeniam se ralentizó. No
pudo evitar el colosal golpe de Jax, que provocó que su enemigo se deshiciera
en un montón de llamas, destrozado.
Noxus
El público aclamó con fuerza
cuando Jax destrozó al Xeniam, aunque cuando vieron que este se deshizo, en
lugar de morir envuelto en su propia sangre dejaron un claro gesto de
reprobación. Algunos de los asistentes se preguntaban qué demonios estaba
pasando, ya que Pantheon ya lo había matado, antes de que lo asesinaran.
– ¿Lo comprendéis, Alto General? –preguntó
Katarina en voz baja, sin ladear la vista. En aquella sala de reuniones se
encontraban buena parte de las manos de Jericho Swain: Katarina, Talon, los
hermanos Sanguinarios (Draven y su recuperado hermano Darius), junto a otros
generales o altos cargos. No eran pocos los que se preguntaban por qué aquellos
dos, Katarina y Talon, junto a la serpentina Cassiopeia, servían ahora a Swain
con tanta predisposición. Especialmente el asesino, que había jurado servir
exclusivamente al desaparecido General Du Couteau. Pero nadie se atrevería a
preguntarle, ni a él, ni por supuesto a Swain, que contemplaba su esfera con
calma.
– Por supuesto. En los primeros minutos, creó cuatro clones
con ese Fuego Astral que posee. Ha perdido dos, pero aún dispone del que maneja
cuchillos, y el hechicero, que aún no ha surgido a la luz.
– ¿Cómo sabe eso?
–preguntó Draven directamente, para luego entender hasta dónde había
errado al ver cómo uno de los ojos de Swain lo miraba fijamente. Había algo en
ese anciano que te helaba la sangre. O quizá fuera el cuervo apoyado en su
hombro que también atravesaba a Draven con la mirada. El verdugo agachó la
cabeza, callándose, mientras Swain dedicaba su atención de nuevo a la esfera,
donde contempló como Nidalee y Leona ya habían alcanzado la base enemiga.
Demacia
– Se están
equivocando de estrategia –dijo el Senescal demaciano, Xin Zhao. En la
amplia sala de recepción se encontraban también los hermanos Crownguard, Garen
y Lux. También, dado su condición como campeonas, se encontraban Shyvana y
Quinn.
– Nidalee y Leona
son ahora un blanco claro. De ninguna manera esa criatura iba a mantener sus
imágenes de fuego sentado en medio de su base. Podría encontrarse
tranquilamente en el altar morado, donde no podrían atacarlo –comentó
Lux. Su hermano negó levemente.
– Lo que dicen de él lo niega.
Terminará por luchar como él mismo, sin duda. Jarvan estaría de acuerdo… Si no
estuviera entrenando otra vez –dijo Garen.
– Lo raro es que no
lo estéis acompañando, si me lo permitís –la voz de Quinn no pudo evitar
un ligero matiz irónico, mientras Valor observaba a la soldado demaciano,
ladeando la cabeza. El ave, también Campeón como su compañera de viaje centró
su atención hacia la esfera, y dio un leve gorjeo, avisando a aquellos que no
estaban mirando. El Xeniam, o una de sus figuras, acababa de surgir tras ambas
Campeonas y había aniquilado en un instante a la tropa de súbditos azules que
se dirigía a auxiliarlas, antes de volver a introducirse en su jungla. Nidalee
se transformó en su forma animal, y el esbelto puma se escabuyó en la jungla a
su vez, persiguiendo a su presa, mientras Leona continuaba acabando con los
súbditos morados, buscando llegar hasta el Nexo. Jolie ya contaba con
suficientes artefactos encima como para que la Defensora Solari fuera
terriblemente efectiva en esa tarea, pero no parecía ser suficiente para la
Invocadora. Pero de pronto, la locutora volvió a rugir en todas las Esferas:
– ¡Racha de asesinatos!
Grieta del Invocador
Akran contempló la figura muerta
del puma un instante antes de lanzarse hacia la jungla de nuevo,
introduciéndose en los arbustos con el fin de evitar a Jax. El fuego Astral aún
brillaba en sus manos. Nidalee no debía haberse tirado de un salto a aquel
arbusto, de lo contrario, no hubiera aterrizado ya calcinada. El Xeniam alzó
sus alas, aumentando su velocidad. Dos de sus clones ya habían desaparecido, y
quedaban dos más, pero ninguno de los dos podría detener ni a aquella Leona que
parecía completamente centrada en acabar con todos los súbditos de la Grieta,
ni a aquel Jax cuya capacidad estaba por encima de él.
Plegó sus alas, rodó por el suelo,
saltó al siguiente arbusto, volvió a planear, evitando el río y una trampa de
Nidalee que casi vuelve a pisar, y llegó a la jungla rival. Arrasó rápidamente
con el gólem y el lagarto, tanto que sus protectores ni siquiera percibieron la
presencia del Xeniam. Aquella magia sí podía utilizarla en su propio beneficio…
Instituto de la Guerra
– Eh,
eh, eh. ¿Qué demonios está pasando aquí? ¡Esta apuesta no vale! –algunos
Invocadores comenzaron a reclamar su dinero, mientras otros trataban de
hacerlos entrar en razón. La mayoría comenzó a entender el misterio de los
clones de llamas, aunque los Campeones estaban mucho más tranquilos al
respecto.
– Las cosas han
ido mal desde que permitieron que matara a Sivir. Y ahora solo pueden depender
de Jax para acabar con él –dijo
Kayle, mirando hacia Lucian.
– Fíjate bien
en esa Leona. No sé en qué piensa su Invocador, pero es la Leona más ofensiva
que haya visto en mucho tiempo. Creo que ahora mismo, sus golpes serán más
dolorosos que Jax. Pero lentos –convino este. Ambos miraron entonces a
Kassadin, que negó levemente.
– Encontrará
la forma y les ganará. Y entonces, empezarán los problemas.
Por su parte, el Concilio
murmuraba airado, mientras comenzaban a recibir mensajes de las otras
Ciudades-Estado. Si aquel combate terminaba en victoria del equipo morado, iban
a tener que preparar los siguientes duelos individuales, y darle una libertad
que no deseaban realmente darle… Excepto Ashram, pero eso era un asunto
personal suyo. Su trato con el Xeniam aún no había empezado a dar frutos y eso
era algo que le importunaba. En el momento en el que la Esfera de Ciudad Bandle
finalmente se apagaba, dos sombras surgieron desde la jungla del equipo morado
y corrieron hacia Leona, teniendo una de ellas dos auras inconfundibles para
cualquier espectador de la Liga de Leyendas. El Akran que las poseía era el de
las cuchillas, mientras el otro tenía sus manos envueltas en llamas. El
hechicero calcinó la ola de súbditos azules que se dirigían a reforzar a Leona,
dejándola frente a los dos clones. Jolie sonrió para sí, mientras Leona clamaba
a la fuerza del Sol, que la envolvió en un poderoso escudo, y se lanzó hacia el
Akran hechicero, utilizando para ello su hechizo de Invocador, cortando la
distancia que el Xeniam no podría haber previsto, antes de arrojar su arma, que
la llevó hasta el asesino, atrapándolo. Lo aturdió con un feroz golpe de escudo
que casi lo envía de golpe al suelo, y finalmente Leona clamó al poder de los
Solari una última vez, generando un rayo de energía que calcinó al hechicero y
ralentizó al otro, lo suficiente como para que Leona cargase contra él, y Jax
apareciera desde la jungla, saltando farol en mano y parando al Xeniam en el
sitio, que ya estaba arrojando cuchillas sin parar. Leona rechazó la mayoría
con el escudo, y las que le alcanzaron apenas le habían hecho daño, mientras
que Jax había evitado todas.
Grieta del Invocador – Sala de Invocación Azul
– ¡Golpea, Jolie! ¡Envíalo al
infierno! –gritó Hanem, desesperado, mientras Leona golpeaba con todas
sus fuerzas, tumbando al Xeniam a la vez que Jax. Pero en ese momento el
original apareció desde la base, volando y con sendos filos en las manos,
arrojando rayos de llamas contra los dos campeones, quitándoselos de encima al
Akran de las cuchillas. Por toda respuesta, Leona volvió a atraparlo mientras
Jax recurría a su capacidad como luchador, y comenzó a destrozar al Xeniam a
base del ritmo conocido de Jax, cada tercer golpe era simplemente devastador.
– ¡Recordad
al clon! ¡No lo ignoréis sin más! –dijo el Invocador de Sivir, que observaba la
batalla impaciente. Jolie gruñó, centrada en su combate.
– ¡Solo importa el real! –gritó
la joven, que volvió a canalizar por sí misma, esta vez provocando que un
chorro de llamas rodeasen al Xeniam, que gritó de dolor, mientras el Invocador
de Jax hacía lo mismo y ralentizaba la velocidad de Akran, justo antes de dar
el golpe final. En ese momento, la copia de los cuchillos sonrió levemente,
mientras musitaba unas palabras.
– Acepto mi origen –dijo, mientras sus ojos se
inflamaban en llamas, revelando que era el real, y su copia tembló un instante
antes de explotar brutalmente, devastando a Jax.
– ¡Destrucción! –clamó la locutora,
mientras una herida Leona se incorporaba, contemplando a aquel ser que tanto
odiaba. Jolie pensó en sus artefactos, si, aún tenía tiempo. Solo debía ser
capaz de…
– ¡Aniquilados! ¡Victoria del equipo morado!
–todo sucedió demasiado deprisa. En un instante, Akran había empalado a Leona
con dos decenas de cuchillos, antes de caer al suelo agotado. Todos los
espectadores quedaron mudos unos segundos, para luego lanzarse en gritos de
victoria o indignación, en función de sus apoyos. La mayoría eran de
indignación, en todas las Ciudades-Estado por igual, así como en el Instituto.
– ¿¡Qué!? –gritó la joven, dispuesta a
salir ella misma al campo de combate. El portal estaba ahí mismo… Pero una mano
en el hombro la detuvo, y con fuerza. Observó al líder del equipo, que la
miraba con un verdadero gesto de furia.
– ¿Qué demonios te pasa, Jolie? ¡Nos
has ignorado por completo! ¡Hemos perdido por tu culpa! –dijo Hanem,
realmente enfadado. La Invocadora lo miró con verdadero odio, para luego darse
la vuelta y marcharse a paso vivo, ignorando la orden del Árbitro, pero ningún
guarda la detuvo. Idiotas… No entendían nada.
Grieta del Invocador
Akran trató de recuperar el
aliento, tirado en el suelo. Con el último golpe, todos los súbditos se habían
detenido, y los orbes que flotaban por todo el cielo de la Grieta se habían
ido. Suponía que había terminado el combate. Escuchó unos pasos provenientes de
la base morada y se incorporó, para ver al Árbitro que avanzaba hacia él, dando
unos leves aplausos.
– Interesante. No parecía la primera vez que luchabas en
este lugar. Ni contra múltiples enemigos –dijo Ansirem, tendiéndole una
mano para que se incorporase. Akran la tomó y se elevó, empleando su arma como
bastón –Y sin embargo, te agotas rápido.
– Esa magia consume –dijo en cuanto se
hubo levantado, soltando al Árbitro y estirándose, sintiendo las magulladuras y
los golpes, así como los cortes de la espada de Leona.
– En estos momentos el equipo contrario está saliendo de la
Grieta. Podemos ir yendo hacia tu propia salida –el Árbitro señaló hacia
la base morada desde donde había venido. El Xeniam asintió levemente y comenzó
a andar, en tanto las llamas blancas comenzaban a sanar su cuerpo. Avanzaron en
silencio hasta que ascendieron el pedestal, y pisaron el portal, llegando a la
Sala de Invocación del equipo púrpura. Allí, observó a los guardias de la sala
tirados en el suelo. Sin poder siquiera girarse, sintió una cuchilla
atravesándole el cuello… Y se deshizo en llamas, para sorpresa del impostor.
Cubierto en llamas, Akran abrió
los ojos. Se encontraba fuera de la Grieta del Invocador, tras haber saltado el
muro. Sonrió levemente, mientras se llevaba una mano al cuello, donde no había
ningún impacto de daga. Se acurrucó contra la pared, observando el bosque que
se extendía frente a él, y el río real que lo conduciría de vuelta al
Instituto…
–
No sucederá de
nuevo.
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