Nota del Autor: Primero que todo quiero disculparme por la horrorosa demora que ha supuesto este capítulo. Después... Es el final de esta trama, pero estoy muy abierto a futuras tramas que ya están pensadas, pero para ello tendría que saber si habrá alguien dispuesto a leerlo. Cualquier comentario final u opinión es más que agradecida!
Alrededores del
Instituto de la Guerra
Los gritos de batalla solo
podían ser equiparados al rugido de las bestias no-muertas que se enfrentaban
al escuadrón demaciano. Con su líder en cabeza, la espada de Demacia se hundía
cada vez más en las filas de los enemigos de la Sombra... Con más facilidad de
la que esperaban. De pronto, una marea de cadáveres surgió del bosque,
encerrándolos en un círculo de no-muertos, ante lo cual los soldados miraron un
instante al Príncipe... Y después se permitieron dar una sonrisa.
No había peor enemigo que el
que no tuviera esperanzas de salir con vida. Con un rugido brutal, una forma
envuelta en llamas cargó hacia un extremo de los no-muertos, chocando contra la
Sombra de la Guerra. Una transformada Shyvana rugía con tanto ímpetu que ni
siquiera la imponente figura líder de la Niebla Negra la había podido detener
del todo. Filo y garra, diente y puño, las dos inmensas moles se enzarzaron en
un combate que despedía oscuridad y llamas a partes iguales. Por su parte,
Jarvan IV había rechazado el primer martillazo de Mordekaiser, antes de tomar
su momento y propinar al Maestro del Metal un brutal golpe con su lanza, que
forzó al coloso de las Sombras a retroceder un paso... Antes de que una
tormenta de metal lo rodeara, acribillando a todo vivo que se acercara
demasiado al brutal guerrero.
Y sin embargo... Yorick Mori
permanecía fuera del combate. Sus muertos combatían, pero algo lo había
detenido. Su pala... Se había quedado abstraído en ella. El símbolo de los
Mori. Su misión...
- ¿Qué hago en este lugar de
vivos...? –dijo para sí en voz alta, para luego contemplar la batalla, y a
quienes la combatían. Frunció la vista, y alzó su pala, lo que provocó que los
muertos vivientes se detuvieran momentáneamente.
- ¡Este no es...! –comenzó, antes
de que un relampagueo esmeralda cruzara por su mente. Un temblor que desconocía
sacudió su inmortal cuerpo... Y su pala volvió a caer a su lado. Los no-muertos
volvieron a la batalla, aunque esos preciosos segundos les habían costado una
gran ventaja.
Instituto de la
Guerra
Istvaan frunció el ceño,
abriendo los ojos. ¿Desde cuándo sus siervos se rebelaban a sus designios? Dejó
guiar su vista hacia el anillo que descansaba en su mano, y lo miró fijamente.
Zhonya... ¿Tanto poder reclamaba, que incluso él tenía problemas para controlar
el Anillo? Bufó, desdeñando la idea, y se concentró en la estampa que tenía
enfrente de él. Con la luz del sol produciendo una amalgama de colores alterada
por el poder de la magia, la visión de la Batería Arcana era absolutamente
imponente. Con la energía de los Invocadores alimentándola continuamente, las
marcas rúnicas se llenaban más y más, avisándole de cuanta energía había
reunido. El llenado era una tarea sencilla, especialmente tras haber arrojado
la primera decena de Invocadores directamente al peligroso artefacto sin darles
opción a preguntar siquiera. El resto había optado por colaborar, y como buen
benefactor, Istvaan les había permitido conservar la mínima energía que les
daría la opción a sobrevivir... Al menos, la mayoría.
La paz del lugar, por tanto,
solo se veía interrumpida por el intenso chasquido que provocaba la Batería al
absorber la magia, y los sucesivos cuerpos cayendo al suelo. Los sectarios se
ocupaban de amontonarlos lejos, permitiendo el paso a las nuevas ofrendas, y
mantenían bajo control la seguridad de la Batería. Aquel cántico místico era
una melodía divina para los oídos del Maestro, quien seguía analizando su plan
perfecto... El cual no había salido exactamente como él deseaba. Seguía
habiendo hilos sueltos, y eso no era algo admisible...
- Istvaan
de Zaun. Eres un traidor a Runaterra, y tu destino es la muerte. Ríndete, y
será rápido. No lo hagas, y se hará justicia contigo –dijo una potente voz proveniente
del lado ruinoso del Ala Central. Inmediatamente, una decena de hechiceros se
cernieron en torno a Istvaan, quien giró su trono hacia la fuente de la burda
amenaza. Parpadeó unos instantes, antes de abrir profundamente los ojos,
confundido.
Ante todos ellos se erguía una
fémina de gran estatura y un solo brazo, desafiante. Un par de alas mecánicas
nacían de su espalda, que a pesar de su naturaleza eran mecidas por el aire y
sus pasos como si fueran la más delicada de las sedas. El rostro completamente
descubierto era también algo sorprendente en Kayle, así como el hecho de que la
armadura que portaba era mucho más ligera, de un tono cobrizo, menos regia que
su vestimenta habitual. Pero no era eso lo que más destacaba en su figura. No
era ningún aspecto físico de la Campeona, eran aquellos ojos, henchidos en una
furia fría, rodeados de un aura que ninguno de los Invocadores era capaz de
palpar con nitidez.
- Kayle, la Justiciera. ¿Tu
hermana optó por no matarte? –dijo Istvaan con sorna, mientras se incorporaba.
Ya la guadaña había nacido de nuevo en su brazo izquierdo. Con un leve gesto,
sus seguidores se apartaron, aunque seguían apuntando a Kayle con una docena de
proyectiles mágicos preparados.
- Aún
tienes oportunidad de obtener un corto sufrimiento... Istvaan. Es mi última
advertencia
–dijo secamente la guerrera, avanzando un paso más. Una leve luz parecía radiar
del ángel mutilado, aunque no era magia al uso. Los sectarios se miraron entre
sí, confusos. Esto no estaba en las palabras del Maestro.
- Tú no eres más que una
herramienta, Kayle. Una herramienta muy usada... Ahora, ve a tu sitio –dijo
Istvaan cruelmente, antes de que la oscuridad lo rodeara, para luego apuntar
directamente a Kayle con su guadaña. Un rayo de pura energía cruzó la distancia
que los separaba, e impactó directamente contra la frente de Kayle, quien se
detuvo un instante... Solo para continuar caminando. El etéreo escudo que se
había formado frente a su rostro se deshizo, consumido el efecto, pero ninguno
de los Invocadores había podido anticipar cuánto tiempo llevaba allí, o si
realmente había sido capaz de convocarlo con tan poco tiempo de reacción.
- Ya
no volverás a lanzar tus cadenas. Nunca más –anunció con voz profunda, mirando fijamente al
Invocador. Inclinando su lado derecho, Kayle afiló la mirada, mientras aquella
luz que la rodeaba comenzaba a condensarse en su hombro hasta conformar con un
chasquido un brazo completo envuelto en luz, y una larga espada del mismo
material. La forma no era perfecta, no dejaban de ser llamas que crepitaban...
Pero la energía que emanaba ahora la Justiciera era completamente palpable.
- Ahora
ves a alguien libre del efecto de este mundo... –exhaló antes de lanzarse
hacia delante, asestando un poderoso barrido con su espada que obligó a Istvaan
a retroceder varios pasos debido al impacto. Pero más que el golpe en sí, lo
que afectó al Maestro era lo que estaba pasando. ¿De dónde había obtenido
aquella patética criatura el poder como para recuperarse de sus heridas? ¿Y
esas alas?
- Tú... No formas parte de mis
planes. ¡No! –gritó el hechicero, alzando su mano derecha y convocando en ella
una abrumadora cantidad de energía en apenas un instante que arrojó contra la
Justiciera, quien apenas tuvo tiempo de esquivar la explosión que reventó
varios muros y salas más del Instituto. Con un suave aleteo, volvió a tocar el suelo,
ahora delante del numeroso grupo de Invocadores aturdidos. Susurrando unas
palabras en su idioma, Kayle les apuntó con su mano izquierda, de la que
surgieron numerosos haces de luz que rodearon al grupo, provocando que los
Invocadores se incorporaran, aunque confusos. Los seguidores de Istvaan
parecían haber quedado en shock, impotentes ante las acciones de Kayle, y no
reaccionaban.
- Huid –murmuró, antes de lanzarse contra
Istvaan de nuevo, quien ya estaba cargando contra el grupo de humanos y
forzándole a entrechocar sus armas, lo que hizo que el Invocador tuviera que
aplicar su mano derecha a la guadaña, haciendo que Kayle retrocediera varios
pasos... Haciendo que esta sonriera. El gesto descolocó a Istvaan un instante,
pero más lo hizo cuando el fuego blanco impregnó el filo etéreo de la
Justiciera, que de pronto parecía tener mucha, mucha más fuerza que antes, obligando
a Istvaan a emplearse a fondo. Aturdidos los sectarios y su líder ocupado de
igual forma, un par de manos tomaron a la inmóvil Nidalee, antes de desaparecer
con un chasquido.
- ¡Mis
llamas no nacieron para golpear cuerpo a cuerpo, porque solo dejan cenizas a su
paso! –rugió
la fémina, sacudiendo un golpe tan intenso que arrojó a Istvaan varios metros
atrás, solo para volver a recibir un segundo impacto, y un tercero. Las llamas
parecían consumir la oscuridad del Invocador poco a poco, incluso rozando sus
manos en alguna ocasión... Permitiéndole notar que la pureza de aquel fuego
podía hacerle un daño real.
- ¡BASTA! –rugió el Invocador,
descargando su poder de tal forma que la Justiciera tuvo que retroceder ante la
marea de energía... La cual impactó contra las paredes de la sala, haciendo
temblar el techo ya derruido, golpeando a los sectarios y noqueando a la mayor
parte, y la propia Batería, que absorbió la energía como si no hubiera sido
nada.
- ¡Maestro! ¡La Batería!
–gritaron algunos Invocadores que habían logrado evitar el impacto, señalando
al artefacto arcano. Con el último aporte de energía del propio Istvaan, la
runa principal se había cargado y toda la mole tecmatúrgica había comenzado a
vibrar peligrosamente.
- Eres una piedra que arrancaré
de mi camino, Kayle, como he hecho con todas las demás. Pero antes... –con un
chasquido, el Invocador desapareció para luego aparecer al lado del artefacto.
Bastaron unas palabras para que la Batería desapareciera en el aire, mientras
Istvaan dedicaba una sonrisa a Kayle, quien no había alterado la expresión en
su rostro. – ¿Y bien? ¿No ibas a detenerme, Justiciera?
- Sí.
Eso he hecho
–dijo la guerrera, golpeando al aire con su filo, antes de volver a su posición
de combate, con el brazo izquierdo adelantado y envuelto en fuego blanco. En el
cielo, una explosión blanca superó la intensidad del sol, junto a un impacto
que hizo vibrar la tierra. Los sectarios se miraron entre sí, complacidos.
- Ah, ¿sí? Iluminadme,
Campeona... –comentó un sonriente Istvaan, alzando una vez más su guadaña
mientras la oscuridad comenzaba a cernirse sobre el Invocador, mucho más densa
y concentrada, prueba de que reconocía la fuerza de la fémina. De pronto, la
expresión de Kayle se rompió, y una leve sonrisa surgió en su rostro, otrora
serio en cualquier situación.
- Ya
no hay Invocadores inocentes en esta sala, has perdido el control de un Campeón
más, y has enviado toda esa magia fuera.
- ¿Te agrada saber que Demacia
está en ruinas, Kayle? No sabía que tu hermana había acertado tanto con tu
personalidad... –en tanto el fuego y la sombra comenzaban a rodear a ambos
Campeones, los sectarios de Istvaan habían caído en la cuenta de que,
efectivamente, el resto de Invocadores se había desaparecido del lugar,
apoyados por la curación de Kayle.
- Ma... ¡Maestro! ¡Mirad! –los
confusos Invocadores señalaron al centro de la sala, donde la Batería Arcana
había vuelto a aparecer, destrozada y cayéndose a pedazos. Del centro del
artefacto, surgió una figura envuelta en llamas blanquecinas, solo que a
diferencia del aspecto centrado de Kayle, el cuerpo lleno de cicatrices del
Xeniam, junto a las alas ajadas y la espada destrozada, era más lamentable que
sorprendente. Aunque por otro lado, todos lo habían visto explotar por obra de
Istvaan...
Akran avanzó unos pasos mientras
estiraba su cuerpo, que crujió de forma audible, para luego descender su rostro
y encarar fijamente a Istvaan.
- No
temes a lo que desconoces, y no conoces lo que usas. Hay que ser idiota para
hacer eso
–murmuró el Segador, alzando su mano diestra y apuntando a los sectarios, los
cuales no pudieron ni abrir la boca antes de caer envueltos en el Fuego Astral.
- Tú... –dijo para sí el
Invocador, antes de lanzar un rugido y que la oscuridad se tornara en cuervos
que comenzaron a volar por toda la sala, graznando de forma cruel, para luego
arrojarse contra Kayle y Akran, los cuales ya estaban envueltos en sus
respectivos escudos de llamas, cubriéndose de la oscuridad terrorífica de
Istvaan. Por su parte, el Segador continuó caminando, obviando a la oscuridad y
a los cuervos, mientras la Justiciera se percataba de que el poder que había
usado Istvaan era muy superior al que había usado contra ella. Seguía
subestimándola... En otra situación, no hubiera seguido con el plan del Xeniam,
pero el hecho de que notaba como aquellas fuerzas prestadas del Segador se consumían
rápidamente de su cuerpo hacía que su decisión no se alterase.
- Runaterra
ya no ata a la Justiciera. Su fuerza real volverá a ella. Y tu Batería Arcana...
Ha sido consumida
–el Xeniam elevó su filo, y lo alzó en el aire, provocando un estallido de
Viento Primigenio que consumió los restos del techo de la sala, provocando que
la luz mágica del atardecer impactase a todos.
- Eso no es posible. Ni siquiera
yo podría contener esa magia, engendro. ¡Demacia está destruida!
- Usé
parte de tu magia para diezmar a los muertos de las Sombras –Istvaan bufó, y la oscuridad
a su alrededor se tornó densa, como si de un lodo se tratara. Por instinto,
Kayle dio un aleteo intenso y se apartó del suelo, el cual comenzó a burbujear
por el corrosivo efecto de la magia de Istvaan. Akran se detuvo, ahora todo él
ardía para evitar aquella oscuridad corruptora.
- Tú no tienes el poder para
vencerme... ¡Nadie lo tiene! –gritó el Invocador, lanzando la guadaña lejos y
tomando el anillo con ambas manos, solo para comenzar a conjurar a un ritmo
endiablado, provocando que de entre la oscuridad surgiera una garra monstruosa
envuelta en sangre... El rugido de Cho’Gath se escuchó bastante antes de que el
monstruoso demonio surgiera de la invocación de Istvaan, envuelto en la
corrupta oscuridad que se había quedado fijada en su piel y en sus garras. No
eran gritos de furia, sino de agonía. Incluso para el terrible demonio, aquella
maldad concentrada, aquel producto de lo que fuera que Istvaan hubiera
asimilado hacía tantos años atrás, era capaz de dañar a un ser del Vacío. Y,
por supuesto, hacerlo enfadar.
- Istvaan –dijo el Xeniam, con voz
tranquila, solo recibiendo como respuesta una nueva ola de oscuridad, que rodeó
al asesino prácticamente del todo, solo pudiéndosele ver ocasionalmente entre
las llamas blancas.
- Voy a exterminarte, como hice
con Doran... ¡Pero de ti, no quedarán ni huesos! –rugió el Invocador,
acercándose más y más, condensando y potenciando el hechizo hasta que Akran
tuvo que arrodillarse, cubierto de demasiada oscuridad como para sostenerse en
pie. Cuando Istvaan llegó a colocar una mano sobre la esfera de oscuridad, se
permitió una leve sonrisa, ladeando la cabeza un instante para ver a Cho’gath
rugiendo de dolor y furia a partes iguales, forzando a la Justiciera a esquivar
todos y cada uno de los ataques para no verse partida en dos de un solo golpe.
- No
temes a lo que no conoces...
–logró decir el Xeniam una vez más, haciéndose oír entre la oscuridad.
- ¡Yo soy miedo! ¡Soy una fuerza
de la naturaleza de Runaterra! –clamó victorioso Istvaan, sintiendo cómo las
fuerzas del Segador se debilitaban, y apoyó la mano derecha sobre la marea de
oscuridad, la cual creció casi el doble antes de impactar contra el escudo y
romperlo en dos, provocando que la marea de oscuridad engullera... La nada.
Istvaan parpadeó un instante, sin entender... Para luego sentir una enorme
espada atravesando su cuerpo a través de su espalda, envuelta en llamas blancas
que devoraban sin remisión su oscuridad. Y sin embargo, el Invocador no hizo un
solo grito de dolor, sino más bien, fastidio.
- ¿Eso es todo lo que tienes? Si
no puedes detenerme, Cho’gath destrozará a esa zorra alada. ¡Y después irá a
por ti! –gritó Istvaan con suficiencia, agarrando el filo con su propia mano y
comenzando a empujarlo fuera de su cuerpo, utilizando la mano que portaba el
Anillo, lo que hacía que su fuerza fuera muy superior que la del Xeniam. En
apenas unos segundos, la amplia espada estaba completamente fuera del
Invocador, quien se giró para devastar a aquel insolente... Solo para ver cómo
una figura oscura aparecía de la nada y hundía sus filos en el Terror del Vacío
antes de desaparecer, arrastrando consigo a Cho’gath y liberando justo a tiempo
a Kayle de recibir el golpe de gracia.
- ¿Qué...? –dijo Istvaan,
confuso. No había liberado a Kassadin de su encierro, eso lo tenía claro. ¿Por
qué estaba ahí? Tardó medio instante más en ver que el Xeniam no se había
quedado quieto, y durante la confusión del Invocador, había estado cortando y
rajando, al punto de que todo el cuerpo del Invocador se sostenía en pie
solamente por su voluntad y su energía; el cuerpo era inútil.
- ... –Istvaan abrió la boca,
pero sus pulmones y sus cuerdas vocales no funcionaban, provocando que
solamente unos leves gruñidos se proyectaran fuera de su boca. Y sin embargo,
parecía solo aburrido, no herido. La oscuridad lo rodeó antes de transportarse
encima de su trono, junto al reducido grupo de sectarios que restaba en la
sala, aturdidos y asustados, que habían logrado evitar la oscuridad subiéndose
al sitial.
- ¡Maestro! ¿Qué podemos hac-?
–las palabras del Invocador murieron cuando Istvaan prácticamente se arrojó
encima de ellos, consumiendo sus cuerpos y sus espíritus, sin darles siquiera
oportunidad a entender que estaban siendo sacrificados. En apenas unos
instantes, Istvaan estaba completamente restaurado, pero ya no quedaba nada
vivo en aquella sala salvo él y los dos seres alados. El Invocador chasqueó la
lengua, apartando con el pie los restos de ropajes que quedaban aún en el
suelo.
- Siempre hay más seguidores
esperando su momento... –sentenció, antes de alzar su mano derecha y apuntar al
Xeniam –Pero tú... ¡Me aseguraré de que no exista nada semejante a ti a lo
largo de mi soberanía en este mundo!
- Los
Campeones de Demacia vienen. Deberías huir –dijo Akran, un instante antes de lanzarse contra
Istvaan, quien volvió a conjurar su guadaña... Solo para ver que había un mundo
de diferencia con respecto a su anterior combate. El Segador no tenía ningún
interés en tratar de golpearle. Cada acometida del Xeniam era un corte en el
cuerpo de Istvaan, cada estocada atravesaba su cuerpo, y si bloqueaba la
guadaña, un latigazo de llamas atacaba a la oscuridad. Pero lo que más alteraba
al Invocador era aquel rostro, limpio de toda emoción. Akran ni siquiera
parecía esforzarse en un combate como aquel, a vida o muerte, sino más bien...
Parecía una rutina diaria. Y eso no era algo a lo que estuviera acostumbrado el
Maestro.
Pronto, se sumó Kayle a las
acometidas, aunque en apenas unos embates, la Justiciera advirtió que sus
fuerzas se mermaban mucho más rápidamente que en el combate anterior; la
oscuridad de Istvaan era tan nociva que derretía el suelo, y quemaba su nuevo
filo, dada la naturaleza de este... Kayle terminó por alejarse del combate
directo, no sin antes aprovechar un descuido del Invocador y cortarle un brazo
entero de una certera estocada, recibiendo como respuesta una nueva nube de
cuervos que obligó al Segador a proteger a la Justiciera con sus propias
llamas.
- ¡Es inútil! ¡Estáis muertos!
–Istvaan continuó la oleada de cuervos, provocando que la luz de la sala,
iluminada por el sol, se apagara bruscamente. Solamente las figuras envueltas
en llamas soportaban los embates de la oscuridad, aunque no podían evitar de
ninguna forma el graznido ensordecedor... De forma que, con un grito igualmente
atroz, Kayle se vio proyectada hacia fuera de la sala, pero cuando Istvaan
arrojó su oscuridad a ella, buscando rematarla, un chorro de Viento Primigenio
simplemente deshizo la maligna energía, dejando al Xeniam frente al enloquecido
Invocador, cuyos rasgos faciales se parecían cada vez menos al maduro y apuesto
hechicero, y más al desencajado y mortal Fiddlesticks.
- Empiezas
a mostrarte de verdad
–murmuró el Xeniam, lanzándose contra la pavorosa figura retorcida del
hechicero y comenzando a hacer silbar su espadón una vez más en una danza tan
acelerada que Istvaan no era capaz de seguirla, sufriendo cortes y tajos en su
cuerpo sin control. No obstante, este no perdía sus fuerzas, solamente se
enfurecía más y más... ¿Por qué estaba perdiendo velocidad? ¿O la estaba
ganando su enemigo? Un nuevo rugido golpeó el oscuro ambiente, mientras Istvaan
centraba toda su energía oscura en torno a Akran, una oscuridad tan densa y
corrosiva que impidió al Xeniam moverse o hacer algo que no fuera defenderse
con sus propias llamas.
- ¡Ya no hablas tanto, escoria!
¡Tiembla ante mí! –gritó Fiddlesticks, alzando una vez más su letal guadaña...
Antes de que una esfera de energía impactara contra el cuerpo del Invocador,
distrayéndolo unos preciosos instantes que aprovechó bien un ensangrentado
Kassadin, arrancando toda la magia que rodeaba al Segador y acuchillando a
Istvaan en el proceso, solo para arrojarlo al otro extremo de la sala desatando
toda la magia acumulada, de forma que incluso el Invocador sufrió daño. Y sin
embargo, sus ojos seguían envueltos en la más profunda de las iras.
- ¡TÚ! ¡Kassadin! ¿Cómo has
escapado de mis garras? Da igual, ¡vuelves a servirme! –rugió Fiddlesticks,
señalándole con su guadaña y canalizando una vez más su miedo... Pero al igual
que con Kayle, el hechizo pareció desvanecerse.
- Yo también estoy libre del
efecto de este mundo... ¡Tu magia es inútil contra mí! –clamó el Caminante del
Vacío, antes de volver a teletransportarse, espadas de energía en ristre, pero
el primero que lanzó el golpe fue Akran, que también había logrado hacer lo
propio. De una forma que Istvaan era incapaz de entender, el Segador y Kassadin
se compenetraban para destrozar su canalización y toda su forma física al mismo
tiempo, de forma que unos instantes después, ambos estaban empapados de la
sangre parduzca de Istvaan, quien había terminado por adquirir su aspecto
completo de Fiddlesticks.
- No tenéis tanto poder para
derrotarme... ¡¿Por qué no os destruyo con un chasquido?! –clamó el Campeón,
desdeñando la guadaña y recurriendo al Anillo de Zhonya una vez más. Con un
chasquido, Istvaan desapareció de donde se encontraba, y apareció en el centro
de la sala, envuelto en una masiva concentración de oscuridad y cuervos.
- ¡MORID! –gritó con una voz
diabólica, mientras la masa imparable de oscuridad rodeaba toda la sala,
incluso cubriendo su cielo, y lanzándose a devorar todo lo que encontrase... Hasta
que, un metro antes de alcanzar a los dos enemigos, la masa de muerte y miedo
se detuvo sola, sorprendiendo al taumaturgo.
- ¿Eh? –logró decir, antes de que
el Anillo brillara intensamente en su mano, solo que con un color
diametralmente opuesto al que había lucido hasta ahora. De una forma
brutalmente rápida, la energía que Fiddlesticks prácticamente supuraba comenzó
a desaparecer, en tanto el brillo de Zhonya crecía. De hecho, Istvaan notó cómo
el anillo parecía incluso engordar en su dedo, consumiendo sus fuerzas.
- Considérate afortunado. Por ti,
el último gran artefacto de Zhonya ha muerto. Doran lo ha malogrado –dijo
Kassadin, con su fría voz del Vacío. Akran, por su parte, ahora parecía tener
mucha más energía de la que había mostrado anteriormente.
- Bastó
darte parte de la energía de la Batería para que no notaras la ausencia del
Anillo. Y ahora...
–el Segador avanzó hasta Fiddlesticks, quien estaba comenzando a tener
problemas para mantenerse en pie. El anillo continuaba drenando sus fuerzas a
un ritmo tal que le impedía concentrarse o canalizar cualquier hechizo, aún
menos cuando el espadón de Akran se hundió en su costado derecho, ahora sí
haciéndole gritar.
- ¿Qué vas a hacer con él,
Segador? –inquirió Kassadin, adelantándose levemente en el aire, con una cierta
curiosidad en sus ojos.
- Justicia
para todos.
Seis días
después. Instituto de la Guerra.
Con la llegada de la tropa
Demaciana, que incluso herida y debilitada por la horda de no-muertos de la
Sombra colaboraron fervientemente en la restauración del orden en el Instituto,
apresando a la mayoría de miembros del Culto de Istvaan, aunque hubo algunos
pocos que lograron escapar, sabiendo que solamente les esperaría la muerte por
Alta Traición. Sin embargo, la mayor sorpresa fue encontrar al supuestamente
muerto Fiddlesticks, encadenado en algún extraño artefacto mágico que no se
debía tocar bajo ningún concepto.
La noticia corrió como la
pólvora por todo Valoran, provocando la indignación de cientos de miembros de
las Ciudades-Estado, que solo se incrementó cuando se supo que todos los
líderes habían llegado a la sorprendente decisión de no rescindir un ápice la
confianza en el Instituto de la Guerra. Muchos se preguntaban si habían
existido promesas en las sombras para que, de cara a la luz, un hecho que
mostraba una vulnerabilidad tan alta en los Invocadores pasara casi
desapercibido... Llevaría un tiempo para los Invocadores de la Liga recuperar
la honra perdida.
Y no solo honra se había
perdido. La caída de uno de los miembros del Concilio se recordaría durante
mucho, mucho tiempo. Sin restos que enterrar o cremar, los Invocadores habían
erigido un monumento simbólico frente al Arcanum Majoris, una representación de
Therion, Protector del Instituto, acompañado por un gran séquito de Invocadores.
Una gran placa a los pies de la estatua enumeraba todos y cada uno de los
nombres de aquellos quienes habían caído por las manos de Istvaan. La propia
Vessaria, de hecho, había tallado una a una las inscripciones, una vez había
logrado recuperarse lo suficiente como para volver al Instituto, quien había
estado regido hasta el momento por Ansirem. Por petición popular, el Árbitro
había pasado a tomar el manto del Ojo del Instituto, con el beneplácito de la
Voz.
En cuanto a Istvaan... Había
sido el precio ofrecido a todas las Ciudades-Estado, sugerido por Ashram. Era,
al fin y al cabo, una idea tan retorcida que solo podía ser obra de la Mente
del Concilio. Algunos Invocadores murmuraban cómo habían visto al Segador
arrastrando a un gimoteante Istvaan hacia su antigua Cámara, acompañado por
Kassadin y la Justiciera, a pesar de que la postura oficial del Instituto de la
Guerra era que el Príncipe Heredero de Demacia, Jarvan IV, había ejecutado al
traidor, y dado que este había dado su palabra, cualquier otro hecho debía ser
una mentira.
La realidad era que el
Instituto conocía muchas de las acciones de Istvaan y su Culto. Acciones que,
de surgir a la luz, podían provocar una verdadera guerra entre numerosas
Ciudades-Estado, y alterar la ya tenue paz existente en Valoran. De ahí que
todas las Ciudades-Estado habían recibido su parte, y a cambio, olvidarían el
accidente. Pero sin embargo, los Campeones no podían estar satisfechos con un
trato así. Al fin y al cabo, habían sido utilizados de forma completamente irracional
por los Invocadores en quien confiaban. Y ante ello, solo había una solución
que la Mente del Concilio pudo sugerir...
Arcanum Majoris
La conmoción había invadido a
no pocos Invocadores. Apenas unos días tras el ataque más severo que jamás
hubiera recibido el Instituto de la Guerra desde su formación... Otro nuevo
hecho alteraba la balanza del poder. Solamente la sempiterna figura del Xeniam
amargaba para muchos la profundidad del acto.
Con un solemne gesto, los
Invocadores apagaron las forjas del Arcanum, que habían estado encendidas desde
su creación.
- ¿Estáis
seguro de esto, Maestro Forjador?
–preguntó Vessaria, mirando fijamente a Doran, quien asintió a su vez.
- Este mundo es muy grande, y no
he abandonado estos muros en demasiados años, mi señora. Si realmente quiero
poseer el título que se me ha indicado, debo aprender más de las legendarias
propiedades de Runaterra.
- ¡Pero es peligroso! ¡¿Y si os
atacan?! –se escuchó desde el gentío de Invocadores. Ante la pregunta, Doran no
pudo evitar una sonrisa, mientras abría su capa de viaje, revelando el
equipamiento que llevaba. Su armadura era la Fuerza de la Naturaleza, sus
botas, las Botas de Rapidez. Su arma y escudo eran sus favoritos, aquellos que
llevaban su nombre, pero además parecía disponer de varios artefactos que ni
siquiera habían sido oficialmente anunciados a la Liga.
- Creedme, amigos. Si alguien
ataca al portador de estos artefactos, busca su propia destrucción. Y si teméis
que me roben... Eso también será difícil. ¡Primero deberán capturarme! –en el
instante en que la última palabra surgió de su boca, Doran pareció desaparecer
en el aire, solo para saludar una última vez al otro lado del enorme pasillo, y
salir corriendo.
En el instante en el que Doran
finalmente se marchó, el Xeniam terminó por incorporarse, y comenzar a caminar.
Guardar unas salas vacías carecía de interés... Ahora, sería otra clase de
custodio. Pero antes de que desapareciera de todo, una figura alada se
interpuso en su camino.
- Kayle –dijo, con un tono bajo,
mirando fijamente a la figura angélica. Había recuperado buena parte de su
aspecto adusto y severo, pero había cambios que el Xeniam podía percibir fácilmente.
Otros, eran aún más evidentes, como las alas mecánicas y la ausencia de brazo.
- He
venido a agradecer sinceramente vuestra ayuda, Akran. Aunque me han ofrecido
sanación, las heridas que he sufrido jamás cerrarían en mi espíritu si es la
magia de los Invocadores la que actúa. Por ello, me llevaré estas alas y
conservaré uno de mis brazos entre las llamas –dijo, respondiendo a la mirada del encapuchado.
- Suena
a despedida, Justiciera. Había leído de un acuerdo de mil años.
- Y
mi palabra se cumplirá. Pero he solicitado un tiempo al Concilio, y este me lo
ha cedido. Mi... Encuentro con Morgana me ha servido para pensar en asuntos que
afectan gravemente a mi gente. Debo acabar una guerra antes de que sea tarde
para todos ellos. Eso, unido a...
–el Xeniam negó levemente, alzando un brazo y colocándolo sobre el hombro
mutilado del ángel, mientras con la otra mano se quitó la capucha, revelando su
rostro envuelto en cicatrices, pero provisto con aquella extraña belleza
alienígena, tan distinta a Runaterra.
- No
tardes más, Kayle. Ve a por los tuyos. Haz lo que nadie más puede –la voz de Akran era
diametralmente distinta a la frialdad de sus ojos. Era la voz de quien sabía lo
que era perder, la voz de quien ha sufrido un infierno y solo desea escapar de
las llamas. Con un chasquido, Kayle se vio sola en aquel largo pasillo,
mientras varios Invocadores la miraban, confusos. Con un bufido, la Justiciera
espantó a aquellos humanos, mientras miraba el objeto que había caído en su
brazo.
- Será... –dijo, mientras se volvía a
poner su viejo casco. Incluso aquel asesino tenía sus momentos...
Sala del Concilio
La mirada de seriedad de Ashram
y el ojo de Ansirem estaban fijos en la figura oscura que flotaba en el aire,
frente a ellos, y en el grupo de Invocadores que seguían al legendario Campeón.
- Kassadin, Caminante del Vacío.
Lamentamos tener que recurrir a vosotros cuando no ha pasado ni una semana
desde el primer ataque, pero... –comenzó Ansirem, antes de que un gesto del
Campeón lo callase.
- La caza empezó en el mismo
instante en el que las bestias abandonaron estos muros... ¡Pero nos habéis
mentido, Concilio! ¡Nunca dijisteis el total de criaturas capturadas! –dijo
Kassadin, con su voz retorcida. Los dos Invocadores se miraron, confusos.
- ¿A qué os referís?
- Cho’gath y Nocturne ya han sido
suprimidos, aprovechando su debilitamiento por los sucesos acontecidos no
llegaron a expandir el verdadero terror que podrían haber provocado. Xerath no
pudo o no quiso ser liberado. Sin embargo, siguen existiendo numerosos
elementos hostiles: Vel’koz, Rek’sai y Kha’zix en paradero desconocido.
Kog’maw, en el Desierto de Shurima. Además, mis Preservadores sospechan que
Brand ha aparecido en Noxus, pero que ha sido recapturado. Amumu, por su parte,
causando el terror en la frontera demaciana. Y en cuanto a Gnar...
- Suficiente, Kassadin. Vemos que
vuestro conocimiento, como suele ser habitual, está varios saltos por delante
del nuestro. ¿Os pondréis, por tanto, a cargo del grupo de captura? –inquirió
Ashram, recuperando su habitual sonrisa.
- Por supuesto, Invocadores. Sin
embargo, hay alguien más a quien habría que tener en cuenta...
En algún lugar...
Los dos Engendros del Vacío
sostenían a Malzahar, mientras un tercero se retorcía de dolor frente al
Profeta, hasta que segundos después, caía al suelo al mismo tiempo que la mayor
parte de su masa se deformaba en un pozo de oscuridad que captó y cegó al
tiempo al Profeta del Vacío, aislándole del mundo en el que se encontraba.
Solamente notaba la presión de los engendros en sus brazos y piernas.
- Mentiroooooooso... –sibiló la
voz horripilante directamente en el cerebro de Malzahar, haciéndole gritar. –Ya
no lo veeeeeeeeemos... ¡Es liiiiibre!
- ¡No! No... Dejadme...
Explicar... –dijo entre gruñidos el hombre de Shurima. Un azote mental lo hizo
gritar de un dolor atroz... Pero después, no sintió nada. Debía aprovechar ese
instante antes de que lo hicieran trizas.
- Puede... Puede liberarse, pero
no se irá de aquí. Si lo han atado, volverá a suceder. Solo hay que recuperar
las Páginas y atraerlo...
Con un violento gorgoteo, los
tres engendros reventaron, cubriendo a Malzahar de restos pútridos del Vacío,
que comenzaron a disolverse en el aire. Aún sin atreverse a suspirar de alivio,
el Profeta sintió cómo el aire se retorcía una vez más, y los restos se revolvieron
violentamente hasta formar lo que parecía un número... Lo cual hizo palidecer
al Profeta.
Las puertas se abrieron,
revelando la presencia del Maestro a todos sus seguidores, a salvo y libres de
la locura que había sido el Instituto de la Guerra... Al menos a aquellos que
eran Invocadores.
- El Vacío habla –comenzó
Malzahar, quien había logrado recuperarse lo suficiente como para adquirir el
misticismo que debía mostrar a sus siervos. –Las Palabras desaparecidas,
robadas, deben de ser encontradas de nuevo y su ladrón sacrificado. El Altar
perdido también será buscado. Utilizaremos la distracción que causa la Boca
para actuar. De cualquier forma, la voluntad del Vacío es imparable: El Segador
debe morir.
Instituto de la
Guerra.
Bajo la Cámara de Fiddlesticks,
en el antiguo refugio del Culto, se encontraba en secreto el Xeniam, realizando
su nueva tarea. Concretamente, era el encargado de...
- ¡AAAAAAGH! –aulló Istvaan, con
el rostro embadurnado en sangre. Un nuevo proyectil de plata impactó contra el pecho
del Invocador, provocando que escupiera más sangre contra el suelo. Unos
segundos más tarde, Vayne agarró el dardo, y lo arrancó de cuajo, solo para
volver a colocarlo en su ballesta.
- Es
sorprendente cómo un acto tan cruel y bárbaro, más propio de las criaturas que
cazo que de mí... Me resulte tan satisfactorio –dijo Shauna, antes de apuntar
una vez más mientras miraba fijamente al Segador. – ¿No tendrás tú algo que ver, criatura?
- Justicia.
Por cada ofensa, una muerte. En tu caso, Cazadora... Te falta una docena –dijo Akran, solo para recibir
un gruñido de parte de Vayne, quien desató su ballesta pesada de la espalda y
arrojó un potente dardo contra Fiddlesticks, reventándole la cabeza de un solo
tiro. Entre gritos y aullidos de dolor, el cuerpo del Invocador se regeneró,
impoluto.
- Suficiente
por esta vez. Volveré pronto a por las restantes... Una vez obtenga el veneno
de ajunta de los Yordles. Mantenlo aquí, Xeniam –con un leve gesto del rostro,
la Cazadora Noctífaga se despidió, yéndose por la única puerta de salida de la
extraña sala, construida de la mano del mismo Ashram. Akran se adelantó,
examinando a Istvaan, quien se encontraba perfectamente... Dentro de lo que
cabía el estar atado y sellado con grilletes supresores, y sufriendo
constantemente el drenaje del Anillo corrupto de Zhonya, el cual había crecido
hasta ser todo un guantelete invulnerable al daño.
- Maldito hijo de... –la voz de
Istvaan se cortó cuando con un gesto, Akran volvió a amordazarlo, antes de
agarrarle del cuello y obligarle a mirarlo fijamente a los ojos, a capucha
descubierta.
- Todo
lo que te hagan los Campeones de este mundo no es nada comparado con lo que yo sé
hacer, Istvaan. Seguirás aquí hasta que me cuentes todo lo que quiero saber de
las Crónicas, y cuanto más tardes, más retardaré tu muerte –Fiddlesticks trató de hacer
un gesto de negación con el cuello, pero solo recibió una sucesión de tajos que
le arrancó el aire de los pulmones.
- ¡Xeniam! –gritó una voz a sus
espaldas. La potente voz del Senescal de Demacia invadió la sala, quien
precedía a los hermanos Crownguard. –Había escuchado que eras el carcelero, no
el torturador.
- Efectivamente.
Ese es vuestro derecho. ¿Debo de releer los cargos? –dijo, con una voz
completamente neutral y fría, mirando a los tres demacianos, quienes negaron
con un gesto mientras desenvainaban sus armas, mirando a su presa con una clara
mirada de odio, especialmente por parte del Poder de Demacia.
- No
toquéis el guantelete, o perderéis vuestras fuerzas. Fuera de eso... Haced lo
que consideréis conveniente–
El Xeniam cerró los ojos, aislándose de la carnicería que comenzaron a hacer a
lanza, luz y espada. Aquello era perder el tiempo. Pero la única pista de la
ubicación de las Páginas de las Crónicas, aquel libro maldito que, de alguna
forma, habían usado en este mundo para invocarle a Valoran, estaba en la mente
de aquel Invocador arrogante. Había sido el primero en analizar los documentos
del Culto, y habían pistas ahí, pero no suficientes. Ellos los habían robado a
Ashram, pero... ¿Y ahora?
De cualquier forma, debía
exterminar al invocador y su método. No podía permitir que esa información
fuera inscrita en las propias Crónicas, o de lo contrario sus verdaderos
enemigos lo destruirían al instante.
Y si eso suponía que tenía que
enfrentarse a toda Runaterra hasta encontrar su objetivo, así sería.
Isla de Jonia –
Fortaleza Celestial
La todopoderosa hechicera
miraba fijamente a la presa que tan voluntariamente se había presentado ante
ella, la cual había escogido un tiempo más que espantoso para aparecer. En
cualquier otra ocasión, alguien que se atreviera a enfrentarse a su poder sería
destruido sin más, pero... Syndra prácticamente acababa de terminar su primera
campaña a gran escala contra Jonia, y sorprendentemente, había perdido. Ni la
alianza con el Maestro de las Sombras había sido suficiente, y debido a que la
supuesta ayuda de más allá del mar jamás llegó a venir... Los Ancianos habían
logrado sobrevivir, aunque habían sufrido bastantes bajas, pero ninguna más
significativa que aquel templo devastado.
- ¡Escuchad
mis palabras, Soberana!
–gritó Morgana, sacando a Syndra de su ensimismación mientras continuaba
aplastando el escudo oscuro con su poder.
- No
os prestaba demasiada atención, Ángel Caído. ¿Qué decíais, antes de que os
aplaste como a un insecto?
–dijo, con su acento jonio pero con una expresión prácticamente neutral, casi
aburrida.
- ¡No
podéis atravesar mi escudo! ¡Ni siquiera tú puedes! –clamó Morgana, con una
confusa expresión de incredulidad por su parte. Syndra bufó, y comenzó a
prestar más atención en ella.
- ¿Os
han golpeado la cabeza en el continente? Claro que puedo destruirte. Eres
débil, eres limitada
–dijo la Soberana Oscura, apoyando su cabeza en una de sus manos mientras con
un dedo de la otra acumulaba más y más energía, que comenzó a fragmentar el
escudo mágico de Morgana, quien gritó.
- ¡Aaaaagh!
¿Por qué? ¿Por qué no atraviesas mi escudo y me matas? ¿Por qué debes romperlo? –rugió el Ángel caído,
haciendo la locura de adelantarse hacia Syndra, quien por todo gesto pasó a
usar su mano entera, provocando que el escudo explotara, lanzando a Morgana
contra la pared de la sala principal.
- Débil...
Pero una magia poderosa. No se puede atravesar. ¿Me tomas por inculta? Tu magia
exterior es potente, aunque tú no estés a su altura. Y ahora... –con un nuevo gesto, tres
esferas de energía aparecieron en el aire, encima de la cabeza de Morgana, y
comenzaron a descender.
- ¡Pero
él pudo hacerlo! ¿¡Por qué tú no!?
–chilló el Ángel caído, un instante antes de que las esferas... Se quedaran
quietas, inermes. Syndra enarcó una ceja y apartó su mano, provocando que la
magia se disipara.
- ¿Qué
has dicho?
–inquirió, alzándose de su trono y flotando hacia la entumecida Morgana, quien
parecía haber perdido parte de su poco juicio.
- Su
magia... Su poder... Atravesó mi escudo... –dijo, señalando su vientre con ambas manos,
donde se veía claramente una cicatriz. Por toda respuesta... La mirada de
Syndra se iluminó en pura energía, mientras adelantaba una mano hacia Morgana.
- Interesante...
Interesante. ¿Así que aún existen seres poderosos en el continente más allá de
Xerath? Ven conmigo, Morgana. Tienes mucho que contarme...
Orilla de las
Islas de la Sombra
El impacto había sido certero, y el
brazo cayó, inutilizado. Solamente tenía fuerzas para sujetar las dos armas, y
de perderlas, todo habría terminado en un instante. ¿Por qué había sucedido así?
¿Cómo no pudo preveer el ataque del Espíritu de la Venganza? Apenas acababa de
llegar a las Islas, y una de sus representantes más mortíferos se había lanzado
contra él, inutilizando su mejor brazo con una sola lanza. Ahora, el otro brazo
había caído también, aunque al menos había podido devolver más de un impacto.
- Tú...
Purificador. Nosotros no te queremos aquí... –la voz espectral de Kalista era casi tan
terrible como su visión, siempre brumosa, con decenas o centenares de espíritus
en pena protegiendo su núcleo. –Pero sin embargo... Sentimos algo distinto en
ti.
- ... –Lucian no dijo nada,
ocupado como estaba en intentar recuperar el sentido. Sin que el espectro lo
advirtiera, Lucian trataba de mascar las hierbas que había ocultado en su boca.
Aquella droga era peligrosa, pero le daría la energía suficiente como para
lanzar un ataque más... O huir. Dada la situación, por muy humillante y
terrible que fuera, debía sobrevivir un día más si quería purgar aquella
espantosa isla de todos los mapas... El aire, rancio y carente de vida, fue la
única respuesta a las pesquisas de Kalista.
- Si...
Tú tienes venganza. Grande, cubierta de odio. La sentimos. Pero... Hay una
mayor que te ha tocado. Colosal... Terrible. Una venganza que puede
consumirnos. ¿Dónde está, Purificador?
–preguntó Kalista, lanza en mano. Su pie aplastó el estómago de Lucian,
mientras la lanza apuntaba directamente al corazón.
- Ve... ¡Al infierno! –rugió el
hombre de Demacia. Kalista lanzó un alarido y atacó con la lanza... Pero esta
no tocó la piel de Lucian, sorprendiendo incluso al Espíritu de la Venganza.
- Tsk,
tsk, tsk... Cómo me molesta hacer esto... –dijo una voz, en medio de ambos combatientes.
Con un leve chasquido, la figura de Evelynn apareció, agarrando la lanza de
Kalista con sus garras mientras se encontraba en cuclillas, encima del rostro
de Lucian. – ¿Por qué no puedo matarle
yo?
- ¡Porque ninguno debe! –aquella
poderosa voz cortó la indignación creciente en el tirador viudo. Reconocía, a
su pesar, al propietario de aquella voz comandante, que provocó un chasquido
con la lengua en la Hacedora de Viudas, y un leve temblor en Kalista, quien hizo
desaparecer las tres lanzas. –No queremos captar más atención... Por el
momento.
- Mordekaiser... –comenzó Kalista, mirándolo
fijamente a pesar de que el espectro, incluso con su altura, tuviera que alzar
notablemente su cuello. – ¿Quién eres
para ordenarnos detener?
- Sabes quién soy, Kalista. Echadlo
fuera de aquí. No queremos atraer a esa criatura hasta que estemos preparados.
Aún no ha comenzado la Niebla Negra...
- Si piensas que... –dijo Lucian,
antes de que un rápido impacto de Evelynn le sacara todo el aire de los
pulmones, para que otra rápida patada lo noqueara en el acto.
- Desagradecido...
¿No podías disfrutar de las vistas, verdad...? En fin. ¿Por qué, Mordekaiser? –preguntó la criatura de las
Sombras, agarrando a Lucian y echándoselo al hombro.
- Ya no hace falta seguir con el
engaño del Instituto de la Guerra. Se acerca nuestro momento. Hay que despertar
al Rey...
Hola, llevaba tiempo queriendo leer el final ^^ me agrada tu forma de escribir, realmente admiro mucho esta saga, me dejaste con muchas dudas D: igual veo que dejaste un final abierto, veo que una saga sobre el Rey Arruinado podria ser la continuacion, espero que sigas escribiendo eres muy bueno ^^
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