En algún lugar de Noxus…
Fate despertó cuando sintió el
impacto gélido del agua golpeándole en la cara y tirando su sombrero al suelo.
Naturalmente, estaba atado de piernas y brazos con cadenas que restringían la
magia. Nada que no hubiera conocido antes… Salvo por la figura que se
encontraba enfrente. Intentó hablar, pero se dio cuenta que tenía una mordaza.
– Permitirte
hablar suele ser una mala opción a la hora de conversar, por lo que nos hemos
ahorrado ese inconveniente –dijo la ronca voz de Jericho Swain, sentado al otro
lado de la mesa donde Twisted Fate estaba fijado a una silla. Se encontraba
comiendo tranquilamente lo que parecía un filete muy, pero que muy poco hecho.
El hedor de la sangre llegaba fácilmente al Maestro de Cartas, que procuró
mantenerse en calma. Morir ahogado por su propio vómito era en lo último en lo
que quería tentar a la suerte. –Te preguntarás qué puede interesarnos de un
necio jugador de cartas como tú… Evidentemente, nada de esa absurda porquería a
la que llamas juego. Queremos tu magia, Twisted Fate. Queremos aprenderla,
usarla, y librarnos después de ti. No creas que ha sido una decisión tomada a
la ligera. Preferíamos haber utilizado a Xavier Rath… Pero él fue más
inteligente que tú, y lo primero que hizo fue huir en cuanto supo lo que había
creado.
Tomó otro bocado, saboreándolo
lentamente y dando tiempo a Fate de digerir su propia cena dialéctica. Que
Twisted Fate había vendido a Malcolm Graves para someterse a un tratamiento que
le diera poderes mágicos era un hecho. El qué había pasado con aquel maldito
matasanos ya no había entrado en sus jugadas. La magia estaba ahí y no
necesitaba más… Pero, bien mirado, ¿dónde demonios se había metido?
– Parece
ser que Rath decidió someterse a sí mismo a su experimento, pero en una versión
más refinada… Tanto, que no tenemos forma de cazarlo. Así que por el momento,
nos basaremos en ti. No nos interesa por ahora tu capacidad de
teletransportarte… Eso llegará en su momento. El que esos ojos tuyos te
permitan ver a todo y a todos… Eso sí es realmente un premio –los ojos de Swain
brillaban de una forma que a Fate se le antojaba especialmente espantosa. Si ya
era feo de por sí, el comentar mientras comía vete a saber qué clase de carne cómo
pensaban usarlo como un maldito catalejo hacía que la sangre gitana que corría
por sus venas ardiera. Su mente vagaba a toda velocidad, buscando alguna
solución a su problema. Sin duda, habrían guardas fuera, por no contar que
Swain era un brutal hechicero cuyas habilidades eran tan horripilantes como
poderosas. –La suerte está echada y vendida, Twisted Fate. De hecho… Tenemos un
invitado especial, que ha venido aquí solo por ti. Un antiguo amigo tuyo…
–Swain tomó otro bocado mientras los ojos de Fate se abrieron por un instante,
para luego mirar sus ataduras por enésima vez, buscando un maldito error, un
golpe de suerte que le permitiera escapar. Si algo había peor que caer por
Noxus, sería caer por Noxus y con Malcolm Graves cerca. Claro que… Ladeó la
cabeza, mirando su sombrero. Tal vez su suerte no le hubiera abandonado del
todo. Solo tendría que jugar sus cartas de la forma adecuada… Y esperar que el
célebre tratamiento noxiano no lo matara antes.
Instituto de la Guerra – Salas de Curación
Silencio. Más silencio. ¿Aún más
silencio? Nunu despertó de golpe, a causa del silencio. ¿Por qué no escuchaba a
Willump? Comprobó que estaba en una cama de las Salas, y por un momento se vio
envuelto en nervios al no ver a su amigo, hasta ver que se encontraba en la
cama de al lado. Cuando lo vio respirar, Nunu se tranquilizó y entonces recordó
que estaba convaleciente y herido. Se dejó caer en la cama, intentando hacer
memoria. La Fortaleza de la Guardia del Hielo… Ay no, demasiado atrás. Vale, el
Pantano. No era la primera vez que lo cruzaba, pero nunca en aquella época del
año, que se suponía más peligrosa. ¿Pero tanto? Casi los matan… Willump había
recibido demasiados tajos y flechas de no-muertos, y él mismo había recibido alguno
que otro. Si no hubiera sido por la magia del Yeti… Nunu negó fuerte con la
cabeza, quitándose esa idea de la cabeza. Willump era muy fuerte, y él era su
amigo. No dejaría que le pasara nada malo. Ni a sus amigos de Freljord, claro.
Volvió a incorporarse, esta vez con más cuidado, y miró en busca del resto.
Algunos guerreros estaban ahí, incluido con el que había hablado, que tenía
como una docena de nuevas cicatrices en la cara. Auch…
Vio a Tryndamere y a Ashe, el
primero estaba roncando a pierna suelta, cubierto de arriba abajo en vendas.
Ashe, por su parte, hablaba en silencio con algunos sanadores, con un brazo en
cabestrillo, mientras con la otra mano señalaba a la cama más alejada. En
aquella, extrañamente custodiada por algunos invocadores, se encontraba aquella
criatura, el supuesto nuevo Campeón. Nunu parpadeó lentamente, intentando
distinguir algo, pero era difícil distinguir entre armadura y piel en su caso,
eran el mismo color. Pero su espada no estaba por ninguna parte. Recordó
brevemente cuando se lo encontraron. A él lo perseguían muchos más muertos que
los que perseguían a la comitiva, y estaba bastante peor, pero aun así se las
arregló para que parte de los muertos que los perseguían se fijaran en él.
Cuando no pudo más por su cuenta, llegó a la parte trasera de la comitiva
avarosana y se dedicó a masacrar a cuanto no-muerto se acercara. Les había
ayudado mucho, al menos a juicio de Nunu. Willump había estado demasiado
ocupando rompiendo huesos, luego le preguntaría… Bostezó, antes de volver a
abandonarse al sueño. En esa cama se estaba muy calentito… Pero sin los latidos
de Willump no tendría un buen descanso.
– … Y por eso, comprenderéis que no haya
podido asistir en tiempo y forma a la reunión de Ciudades-Estado como tal.
¿Pero de qué forma puede burlarse a la Liga de Leyendas con un hechizo de
ilusión para que no vea a mi gente siendo masacrada por no-muertos? –lanzó
de vuelta la Arquera de Hielo al representante del Concilio con el que había
estado hablando.
– Tened
por seguro que ha sido un acto que tendremos muy, muy en cuenta. El que llegarais
junto a una criatura dada por muerta es también confuso de entender –Ashe miró
hacia el inconsciente. Podía recordar difícilmente que en el momento en que
comenzaron a sanarlo, esas llamas blancas surgieron de sus heridas y lo sanaron
por completo, permitiendo a los sanadores dedicarse al resto. Aun así, no se
había despertado. Desde donde estaba solo podía verlo de perfil, pero era
suficiente como para enarcar una ceja al ver su rostro, libre de su usual
capucha o mechones de pelo. Agitó levemente la cabeza, y centró su atención en
el emisario.
– De cualquier manera, por nuestra parte su
deuda con Freljord está saldada… Aunque ni Sejuani ni Lissandra opinarán lo
mismo. Transmitid mi petición al Concilio a la mayor brevedad. No tengo tiempo
de quedarme aquí esperando a que pasen los días en pleno invierno.
El Invocador se retiró,
asintiendo por última vez. Ashe ladeó la vista hacia Tryndamere. Aún le costaba
a veces creer que eran pareja. Negó para sí, suspirando, y haciendo memoria,
enumerando cuantas tareas se habían visto ralentizadas por aquel suceso.
– Sin embargo… ¿Puede haber sido un ataque?
Los cadáveres en el río pueden explicarse si Akran estuvo combatiéndolos
mientras bajaba por él, ya que es la forma más rápida de viajar si huyó de la
Grieta. Pero eso no explicaría los que ya nos atacaban. Puede haber sido de
todas formas coincidencia, y que haya algo en ese pantano… ¡Ay! –la
meditación de Ashe se vio cortada de pronto en cuanto sintió una manaza
apoyarse en su hombro, lo que la hizo dar un bote sobre su cama y sentir el
latigazo de dolor provocado por mover el brazo roto.
– Eh,
eh. ¡No deberías asustarte porque tu marido se acerque a ver cómo estás! –el
vozarrón de Tryndamere, siempre tan desacertado, era siempre capaz de poner a
Ashe de mal humor… Aunque una parte de su interior agradecía que el bárbaro
fuera capaz de pensar en algo que no fuera el combate o él mismo. Siendo
sincera consigo misma, era sorprendente que alguien que lo había perdido todo,
como era el caso de Tryn, hubiera unificado a los bárbaros bajo su mando y que
ello contribuyera a la supervivencia de la gente de Freljord… Otro manotazo del
bárbaro la volvió a sacar de su ensimismamiento.
– ¡Ashe!
Parece que estás drogada. ¿Quieres dejar de mirar las heridas que tengo? Ya se
irán, no te preocupes, sé cuáles son tus favoritas –el comentario logró
despertar a la Reina, junto con un puñetazo al hombro izquierdo del bárbaro por
el comentario. Pero este sonrió, al ver que Ashe parecía haber vuelto en sus
cabales.
– Ha pasado por aquí un emisario. Le he dicho
que por nuestra parte, esa criatura ha pagado su parte… Pero queremos seguir
sabiendo por qué nos han atacado los no-muertos justo a las puertas del
Instituto sin que nos hayan visto. ¿Tú en qué piensas?
– Los
cadáveres del Pantano. Despojos de buenas personas –Tryn se encontraba
inusualmente serio y pensativo. La visión del Sepulturero enterrando el posible
cadáver de uno de los miembros de su tribu parecía haberle afectado. Y Ashe
podía distinguir la mirada con la que observaba a Akran. Le recordaba demasiado
en su forma y estilo a Aatrox… Esa maldita criatura era la causante de la
masacre personal de Tryndamere, su capacidad para sobrevivir mediante la ira, y
aparentemente la hostigadora de las guerras internas que su gente estaba
sufriendo en Freljord. Los avarosanos estaban perdiendo la frágil paz que
habían iniciado a ojos vista: no había cerveza de Gragas capaz de solucionar
aquellos brutales asesinatos y masacres, atribuidas supuestamente a los Ursine,
aliados con Sejuani… Aunque otros hablaban de la Guardia de Hielo de Lissandra.
Poco a poco, Freljord empezaba a calentarse con un fuego que no tenía nada de
hogareño o saludable…
Con un chasquido de la puerta, y
el son de la música, una grácil figura entró levitando a la sala, a través de
los espaciosos pasillos. El etwahl, el único y extraño instrumento de Sona
comenzó una nueva melodía en cuanto la joven entró a las Salas de Curación, una
melodía que sanaba el cuerpo y la mente de una forma literal. La magia de aquel
instrumento obraba maravillas en los escenarios, pero también dentro y fuera de
los Campos de la Justicia. Sona sonrió, siempre envuelta en el silencio de su
mudez, dirigiéndose hacia el grupo de Freljord. Ashe asintió con la cabeza, y
Sona comenzó a danzar sus dedos sobre el etwahl, provocando nuevas notas que
provocaban que, poco a poco, los guerreros y arqueras inconscientes recobraran
las fuerzas. La misma Reina notó como su brazo se fortalecía, y Tryndamere
gruñó, arrancándose las ahora inútiles vendas que tapaban su torso lleno de
cicatrices.
– Muchas gracias por tu melodía, Sona. Ya
siento cómo vuelven mis fuerzas –dijo Ashe sinceramente, provocando una
nueva sonrisa de la muda, quien continuó su camino. No era extraño que, de
tanto en tanto, Campeones como Sona o Soraka se dirigieran a las Salas de
Curación, ayudando a los sanadores con sus artes, ya magia de los Campeones era
en general mucho más poderosa y efectiva. Por eso, cuando Sona continuó
avanzando y contempló el cuerpo inconsciente del Xeniam, volvió a tocar una
melodía, sanando su cuerpo. Lo que no esperaba en absoluto era que se
incorporase y la mirara fijamente, para luego adelantar una mano y agarrarla
del cuello, mientras la otra se posaba en el etwahl. El cuerpo de Akran se
cubrió de llamas que se trasladaron a Sona, quien lanzó un grito sordo y cayó
sobre el asesino, que la alzó con facilidad para luego arrojarla sobre una cama
vacía cercana. El etwahl estaba en sus manos, agitándose con violencia, para
sorpresa de Ashe y Tryndamere, cubierto en llamas.
– Ignoraba…
Que empleaseis esta clase de objetos malditos. Es sorprendente que pudiera
sanar con esto, un artefacto tan antiguo… –dijo el Xeniam lentamente, mientras
el etwahl parecía emitir un quejido lastimero mediante sus notas. Cuando Akran
comenzó a tocarlo, verdaderos gruñidos de dolor y agonía resonaron en la Sala,
ante la mirada atónita de los Reyes de Freljord, para luego tornarse en
estridentes tonos, afilados como dagas.
– ¿Qué
es…? –comenzó Tryndamere, para luego callarse al ver cómo el Etwahl comenzaba a
lanzar notas discordantes que acuchillaban al Xeniam, provocándole verdaderos
tajos en su cuerpo, pero el rostro de Akran estaba fijo sobre el aparato,
tocándolo de una forma en particular que provocaba que, cada vez, el etwahl se
moviera con menos furia. Para cuando sus brazos estaban a punto de dar de sí,
una nueva llamarada clamó al etwahl, que se estremeció una última vez con un
crescendo antes de quedarse flotando en el aire, en silencio. En la Sala solo
se escuchaba entonces el difícil respirar de Akran, que volvía a arder
lentamente, sanando los potentes tajos que casi lo habían partido en múltiples
pedazos.
– Poder
a cambio de sacrificio. Voluntad, a cambio de voz. Existen demasiadas cosas que
Runaterra ha invocado sin conocer realmente lo que son… Cuando despierte, esa
muchacha volverá a hablar –parpadeó con fuerza, para luego dejarse caer en la
cama de nuevo. El crepitar de las llamas y el goteo de la sangre fue el único
ruido que provocó, hasta que con un fuerte golpe entraron varios sanadores, que
se sorprendieron al ver la escena; el instrumento de Sona, quemado y golpeado,
flotaba débilmente sobre un Xeniam cubierto de sangre, mientras que la Campeona
estaba tirada en una cama con una quemadura en el cuello y aparentemente
inconsciente. Los sanadores se lanzaron hacia delante, canalizando su magia,
apartando el instrumento a un lado, quien intentó moverse discretamente hacia
la salida.
– ¡QUIETO! –rugió una voz femenina,
forzando al instrumento a quedarse completamente parado, emanando unas ligeras
notas suaves. La voz era… Difícil de distinguir. Era la voz de alguien que no
hablaba a menudo, una voz sin duda femenina pero con más fuerza de la que uno
podría esperar. Sona se había despertado, y observaba al etwahl con una mirada
asesina. Se incorporó, y se dirigió a él a paso vivo, adelantando una mano
abierta y apuntándolo directamente con ella.
– Has matado… A tantos. Me has usado… Como si
fuera un juguete. Es suficiente, ¡ahora soy yo quien manda! –Sona agarró el
etwahl con ambas manos y hundió sus dedos sobre las notas, provocando que este
se estremeciera y sonaran unas notas que inspiraban verdadero dolor a los
presentes. La figura de Sona, normalmente envuelta en la suave túnica, y con
unos delicados hilos azulados que se transmitían de su instrumento a sus dedos
se habían tornado en una mujer que respiraba inquieta, con la ropa y los
cabellos hechos un desastre, y unos hilos blancos que ataban al etwahl,
fijándolo a su sitio, frente a la artista. El instrumento volvió a emitir unos
tenues sonidos, como si pidiera perdón, provocando que Sona gruñera y tocara
una verdadera melodía que forzaba al instrumento a su voluntad. Cuando el
etwahl aceptó su sumisión, la Virtuosa de las Cuerdas se giró, recuperando su
habitual sonrisa.
– Disculpad… Debéis descansar. ¿Podréis
transmitir mi agradecimiento a vuestro acompañante? –dijo, antes de girarse
y salir a paso vivo de la sala. Ashe observó a Tryn por unos segundos, que se
encontraba tan perplejo como ella.
– ¿Poseída?
¿Es que ningún Invocador se había percatado de ello antes? Creo que los
Campeones deberíamos poder reunirnos fuera de los Campos más a menudo…
Instituto de la Guerra – Arcanum Majoris
Al día siguiente, la figura
oscura volvió a su lugar frente a las puertas del Maestro Armero, para sorpresa
de más de un Invocador que habían vuelto a esperar no volver a ver tal espectro
de nuevo custodiando la puerta que abría
tantas posibilidades y tanto poder. Doran por otra parte no parecía haberle
importado su desaparición o su aparición, por lo que el artefacto semanal
estaba cada vez más cerca de ver la luz. Sin embargo, los hechos en la Grieta
habían tenido sus consecuencias, para bien o para mal muchos sabían de qué era
capaz aquel asesino, y si bien muchos habían dejado de intentar obtener
secretos de Doran, otros tantos se veían como “la única solución contra aquel
monstruo”. Para cuando el quinto Invocador logró llegar a las Salas con todas sus
extremidades, la idea de acabar con Akran atacándole de frente se había
generalizado como no muy inteligente. Incluso aunque pareciera que estaba
leyendo, o durmiendo, había rechazado y contraatacado todos y cada uno de los
ataques que le habían arrojado.
– ¡No
puede ser tan difícil matar a esa cosa! –gruñó un enorme Invocador demaciano en
su grupo de confidentes, mientras bebía una mezcla capaz de derribar a media
docena de hombres. Por su parte, solo carraspeó y gruñó.
– ¿Pero
por qué, Archin? ¿Qué tienes contra…? –comenzó un Invocador, antes de que otro
colega le atizara un codazo en un costado.
– ¿Es
que eres sordo? ¿No has escuchado la recompensa, o qué? Dos mil, estúpido. Dos
mil malditas monedas de oro por la cabeza de ese Campeón. Ni Jarvan IV vale
tanto presentado a Noxus en bandeja de plata –Como prueba, alzó el cartel,
donde podían leerse las mismas palabras, junto a un sello particular. No era
ninguna Ciudad-Estado o similares… En cuanto lo vio, lo quemó con la otra mano,
asegurándose de no dejar pruebas.
– ¿Pero
quién paga eso? –preguntó el mismo Invocador, masajeándose el costado golpeado.
Como respuesta, el Invocador que había estado hablando se encogió de hombros,
sin saber bien la respuesta. Pero entonces, el breve silencio se rompió con un
breve clic a espaldas del enorme hombre, que se giró al ver el rostro alterado
de sus compañeros de chanza. Lucian, el Purificador, se encontraba revisando
sus armas sacras justo detrás de ellos, y no les cabía duda alguna que les
había escuchado con toda claridad. En cuanto el tirador hizo amago de apuntar a
uno de ellos, todos los Invocadores salieron corriendo de forma errática,
trastabillando y recogiendo las togas para correr más rápidamente. Sin embargo,
Lucian había podido ver las caras de todos, y no se le olvidarían. Frunció
levemente el ceño, observando las cenizas en el suelo. Poco a poco, se dijo,
los ideales de la Liga de Leyendas estaban apagándose y marchitándose,
corrompiéndose por los deseos individuales de sus miembros. Avanzó por un
iluminado pasillo, en dirección al Arcanum, mientras ponía en orden sus
pensamientos. Le habían hablado de una enorme concentración de no-muertos en el
Pantano de los Aullidos… Y de Yorick. Que las horripilantes criaturas de las
Islas de las Sombras estuvieran trasladándose era una posibilidad que el
Purificador no quería ni oír hablar.
La comitiva de Freljord
finalmente se había instalado en el Instituto para los asuntos diplomáticos de
rigor, lo cual suponía que la seguridad se había incrementado, tanto para
proteger a los emisarios, como para proteger al resto del poder que estos
poseían. No debería faltar demasiado tiempo para que llegasen los otros dos
poderes representativos de Freljord, la Garra del Invierno y la Guardia de
Hielo. El Concilio podía agradecer a los cielos que una reunión de las Tres
Hermanas no se realizara a la vez que una entre Demacia y Noxus… Suficiente
tensión se generaba con tratar con los salvajes y endurecidos habitantes del
Norte. De ahí que tuvieran que asegurar los cabos sueltos… Ese era el motivo
por el que Lucian se dirigiera directo al Guardián del Arcanum. En cuanto lo
vio, aguzó levemente la mirada. Akran parecía estar jugando con lo que parecían
unas piezas de metal, arrojándolas al aire y lanzándoles breves rachas de
llamas, que poco a poco iban calentando y derritiendo el metal. El Purificador
ni se molestó en preguntarse qué demonios estaría haciendo, tenía sus órdenes y
las haría cumplir.
– Xeniam.
El Concilio me ha enviado para asegurarme que no vas a causar ningún altercado
en la diplomacia de Valoran. Por lo que vas a quedarte aquí, sin causar
molestia alguna, ¿comprendido? –la voz de Lucian, clara y concisa, no dejaba
lugar a dudas de que no era su forma favorita de comunicación, pudiendo hacerlo
con sus armas. Por su parte, Akran sonrió levemente bajo su capucha, lo que
provocó que el tirador enarcase una ceja.
– ¿Qué
te parece tan gracioso? –preguntó, frunciendo el ceño. Como respuesta, el
Xeniam señaló hacia la puerta del Arcanum, que se abrió para dejar pasar a una
mujer alada. Kayle, la Justiciera, contempló extrañada a Lucian mientras
cerraba de nuevo el acceso.
– ¿Qué haces tú aquí?
– Yo
debería estar preguntando lo mismo. Son órdenes del Concilio –repuso el
demaciano de piel morena, cuyo rostro fijo estaba poco a poco rompiéndose por
la duda. ¿También estaba equivocándose el Concilio? Luego, dirigió su mirada al
Xeniam, quien seguía ocupado jugando con aquellos trozos de metal, hasta que de
pronto aplastó todos los pedazos con ambas manos, para luego mostrar a ambos
Campeones la Esfera de Visión que había montado, donde el rostro de Vessaria
observaba a los tres con dureza.
– Suceden cosas muy extrañas en este lugar
desde hace un tiempo. Invocadores de confianza que desaparecen, Campeones con
nuestro favor dejan de responder… Lucian, Kayle, vuestra fidelidad no es
discutible. Deseamos que colaboréis con esta investigación, mientras usáis al
Xeniam como tapadera para moveros donde deseéis. Se dirigirá a Demacia pronto
para rendir cuentas ante la Ciudad-Estado, y vosotros le acompañaréis.
– ¡Pero…! –comenzó Kayle. No quería tener
que ver nada con aquella maldita criatura, y Lucian no merecía su atención
tampoco. Sin embargo, la mirada de Vessaria era resoluta, y su voz directa, no
había forma de escapar, y la Justiciera lo sabía.
– Disponéis de tiempo hasta que la reunión de
Freljord termine para trazar un plan de acción y… Poneros de acuerdo. Hasta
entonces no volveremos a hablar. No encontramos canales seguros –con un
crujido, el Xeniam destrozó la esfera, que se fragmentó en mil pedazos.
– ¿Qué
sabes tú sobre todo esto? –dijo Lucian, apuntando a Akran, claramente con
intención hostil. –No tengo tiempo para andar de criada de una cosa que debería
estar erradicando.
Por toda respuesta, el Xeniam se
inclinó hacia delante, y al momento se transportó tras Lucian, con su enorme
filo preparado. El Purificador se lanzó hacia un lado con increíble velocidad,
mientras arrojaba una salva de disparos calculados contra la figura de Akran,
quien sin embargo los rechazó con su propia espada. Volvió a saltar, esta vez
hacia delante, alejándose más, y con su espada transformándose en lo que
parecían otro par de pistolas, como Lucian utilizaba. Este gruñó, furioso por
el insulto, para volver a disparar su letal carga, pero el Xeniam hizo lo mismo
y las balas se anularon entre sí. Kayle desenvainó su arma, pero antes de
lanzarse contra Akran, se percató del detalle. Los proyectiles se habían anulado.
– ¡Lucian! ¿No son tus armas-reliquia capaces
de traspasar cualquier oscuridad? –clamó Kayle, acercándose al furioso
tirador, que gruñó como toda respuesta. –¿Entonces
por qué no le estás alcanzando?
– No
está apuntando bien. Ahora entiendo por qué hay tantas criaturas de la Sombra
sueltas en la Liga –dijo Akran, provocando que Lucian perdiera aún más los
estribos y sus armas brillaran con una fuerza inusitada, mientras el sacerdote
comenzaba a exhortar su poderoso exorcismo.
– ¡Aquí dentro no! –rugió la Justiciera,
alzando ambas manos y proyectando su escudo invulnerable frente a Lucian, que logró
detener el Sacrificio. Las balas de pura energía divina no pudieron atravesar
el escudo de la inmortal, pero de no haberlo detenido, fácilmente hubiera
podido arrasar varias paredes del Instituto. Los recuerdos de los efectos que
provocaba en la Grieta eran suficientemente contundentes, como para pensar en
ver el efecto real. Ensimismada, Kayle no se percató que Lucian pasó a
apuntarla a ella y disparar sendos proyectiles, hasta que la cuchilla de Akran
los detuvo, provocando que rebotasen e impactaran contra el alto techo, dejando
dos claros boquetes. El Xeniam recompuso su figura tras haberse lanzado para
detener el disparo.
– Si
quieres matar seres de oscuridad, podrás hacerlo. Pero no me subestimes,
Purificador. Que mis manos estén cubiertas de sangre no quiere decir que no
haya exterminado a más criaturas del abismo que tú –el filo de Akran se recogió
en su mano, mientras este se acercaba a Lucian lentamente –Demasiada ira,
Purificador. Y tú… Soberbia. Ambos… Orgullo.
El Xeniam se dispuso de nuevo en
su lugar, ignorando el hecho de que Lucian volvía a apuntarle. Pero, o bien
Akran conocía que tras haber lanzado el Sacrificio, Lucian necesitaba tiempo
para recargar sus armas, o bien era un temerario. La furia invadió al
demaciano, pero logró serenarse al reconocer como reales las palabras de
aquella criatura. Gruñó mientras ajustó sus armas a su cinturón y comenzó a
realizar una breve salmodia, recargándolas con el divino poder. Kayle parpadeó
levemente, comprendiendo el peligro en el que se había puesto por haber perdido
el control un instante. Furiosa, las llamas doradas invadieron su cuerpo y su
arma, pero entonces escuchó el paso apurado de un grupo de Invocadores que se
aproximaba. Al reconocer sus símbolos, Kayle abrió los ojos bajo su formidable
armadura.
– ¡¿Qué demonios estáis haciendo vosotros
aquí?! ¡Debíais estar custodiando la sala de reuniones! –clamó la
Justiciera, señalando con su arma al grupo principal. Uno de los Invocadores,
una chica joven que había estado contemplando fijamente al Xeniam se adelantó e
inclinó levemente la cabeza en señal de saludo.
– Habíamos escuchado disparos y gritos por
esta zona junto con magia poderosa, creímos que había sucedido algo y…
–apenas había terminado de hablar, cuando se escuchó un poderoso estruendo cuyo
eco resonó hasta el Arcanum. Incluso Doran salió de su forja, armado con lo que
parecía un guantelete traslúcido que latía como si estuviera vivo, con cara de
confusión.
– ¿Pero
qué demonios está pasando ahí fuera? ¡Estoy intentando hacer magia! –dijo,
antes de escuchar una potente explosión, ante lo cual cerró la puerta
rápidamente, posiblemente como protección. El eco de una risa infernal llegó a
escucharse, y Lucian sintió como sus armas brillaban con energías e ira
renovadas.
– Malzahar…
–gruñó el Purificador, antes de lanzarse hacia delante. Kayle hizo lo propio,
hechizándose a sí misma, quitándose de encima cualquier otra cosa que no fuera
su propósito original en la Liga, y pronto adelantó a Lucian, batiendo sus
alas. El grupo de Invocadores también partió con ellos, todos ellos hechizándose
de igual forma, deslizándose por el suelo a una velocidad fantasmal… Excepto la
joven que había hablado, que permaneció allí unos segundos hasta ver que Akran
ni siquiera había hecho ademán de moverse.
– ¿Y tú? –preguntó, ladeando la cabeza con
una leve sonrisa en su rostro.
– Tu
amigo muerto te pide que recapacites –la voz del Xeniam provocó que la falsa
sonrisa muriera en un gesto tan claro de odio, que Jolie alzó una mano envuelta
en llamas, apuntándole fijamente. Akran no cambió su postura, ni su mirada, ni
siquiera se había quitado la capucha para verla.
– No tientes a la suerte, Segador. Tu final en
este mundo está cerca… –dijo la cabreada Invocadora antes de concentrarse,
teletransportándose junto a los suyos para ganar el tiempo perdido. Cuando
desapareció, Akran negó lentamente para sí, contemplando su filo, donde él veía
lo que los demás ignoraban.
– Una
lástima, Malthior. Pero sabes lo que yo sé. ¿Quieres que le siga dando tiempo…?
–preguntó en voz baja, hacia el reflejo de su arma. Suspiró, al ver la
respuesta. Hacía mucho tiempo que un asesinato accidental no le salía tan caro…
Instituto de la Guerra – Sala de Reuniones
La risa desenfrenada del Profeta
del Vacío solo era comparable a los rugidos de furia de Kassadin, que evitaba
los mordiscos voraces de la media docena de Voidlings que lo rodeaban. El
Caminante no encontraba lugar al que transportarse, ya que la sala estaba hasta
arriba de Invocadores inconscientes y los emisarios de Freljord, luchando por
sus vidas contra los espectros de Malzahar, quien jugaba con su daga de
sacrificios, escogiendo a su próxima víctima.
La mente de Kassadin estaba tan
ocupada en evitar que aquellas abominaciones lo hicieran trizas, como en
entender qué estaba pasando. ¿Por qué Malzahar había atacado abiertamente, qué
estaba pasando allí? ¿Dónde estaban los Invocadores guardianes? El maldito
Instituto se había preparado para evitar precisamente situaciones como estas.
Entonces, con un fuerte portazo
las puertas dobles se abrieron, mientras Lucian alzaba ambas armas sacras y… se
quedaba quieto, al ver a Kassadin dando cuchilladas al aire, al igual que buena
parte de los emisarios avarosanos de Freljord. Los emisarios de Sejuani y
Lissandra observaban horrorizados la escena desde las paredes más alejadas a
los peligrosos guerreros. En cuanto vio a Lucian, Lissandra lo señaló.
– ¡Ayuda! ¡Se han vuelto locos! –clamó la
angustiada hechicera, representante de la Guardia de Hielo. A pesar de sus
considerables poderes, era la más reacia a usar sus habilidades de las Tres
Hermanas. Lucian jamás la había tenido en especial estima, pero no podía
reconocer que cada flecha o tajo podían matar a quien no lo hubiera hecho ya…
– ¡Detente, Malzahar! ¡Abandona tu propósito en este mundo!
–rugió de pronto Kassadin, aparentemente hallando una brecha, evitando a los
Vacíos y transportándose justo delante de Lucian, golpeándolo inadvertidamente
y lanzándolo contra Kayle, echando a ambos de la sala, para luego ver cómo
Malzahar tomaba su daga de sacrificios y la arrojaba directamente a Ashe. El
Caminante extendió sus filos, intentando detenerla, pero fue incapaz. Con un
golpe sordo, la ilusión se rompió, revelando a los avarosanos y a Kassadin la
mentira que habían vivido… Excepto para Nunu, puesto que la daga que se hundía
en su espalda al haberse colocado entre el arma y Ashe era totalmente real…
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