Capítulo 8: Conflictos

En algún lugar de Noxus…
Fate despertó cuando sintió el impacto gélido del agua golpeándole en la cara y tirando su sombrero al suelo. Naturalmente, estaba atado de piernas y brazos con cadenas que restringían la magia. Nada que no hubiera conocido antes… Salvo por la figura que se encontraba enfrente. Intentó hablar, pero se dio cuenta que tenía una mordaza.
       Permitirte hablar suele ser una mala opción a la hora de conversar, por lo que nos hemos ahorrado ese inconveniente –dijo la ronca voz de Jericho Swain, sentado al otro lado de la mesa donde Twisted Fate estaba fijado a una silla. Se encontraba comiendo tranquilamente lo que parecía un filete muy, pero que muy poco hecho. El hedor de la sangre llegaba fácilmente al Maestro de Cartas, que procuró mantenerse en calma. Morir ahogado por su propio vómito era en lo último en lo que quería tentar a la suerte. –Te preguntarás qué puede interesarnos de un necio jugador de cartas como tú… Evidentemente, nada de esa absurda porquería a la que llamas juego. Queremos tu magia, Twisted Fate. Queremos aprenderla, usarla, y librarnos después de ti. No creas que ha sido una decisión tomada a la ligera. Preferíamos haber utilizado a Xavier Rath… Pero él fue más inteligente que tú, y lo primero que hizo fue huir en cuanto supo lo que había creado.
Tomó otro bocado, saboreándolo lentamente y dando tiempo a Fate de digerir su propia cena dialéctica. Que Twisted Fate había vendido a Malcolm Graves para someterse a un tratamiento que le diera poderes mágicos era un hecho. El qué había pasado con aquel maldito matasanos ya no había entrado en sus jugadas. La magia estaba ahí y no necesitaba más… Pero, bien mirado, ¿dónde demonios se había metido?
       Parece ser que Rath decidió someterse a sí mismo a su experimento, pero en una versión más refinada… Tanto, que no tenemos forma de cazarlo. Así que por el momento, nos basaremos en ti. No nos interesa por ahora tu capacidad de teletransportarte… Eso llegará en su momento. El que esos ojos tuyos te permitan ver a todo y a todos… Eso sí es realmente un premio –los ojos de Swain brillaban de una forma que a Fate se le antojaba especialmente espantosa. Si ya era feo de por sí, el comentar mientras comía vete a saber qué clase de carne cómo pensaban usarlo como un maldito catalejo hacía que la sangre gitana que corría por sus venas ardiera. Su mente vagaba a toda velocidad, buscando alguna solución a su problema. Sin duda, habrían guardas fuera, por no contar que Swain era un brutal hechicero cuyas habilidades eran tan horripilantes como poderosas. –La suerte está echada y vendida, Twisted Fate. De hecho… Tenemos un invitado especial, que ha venido aquí solo por ti. Un antiguo amigo tuyo… –Swain tomó otro bocado mientras los ojos de Fate se abrieron por un instante, para luego mirar sus ataduras por enésima vez, buscando un maldito error, un golpe de suerte que le permitiera escapar. Si algo había peor que caer por Noxus, sería caer por Noxus y con Malcolm Graves cerca. Claro que… Ladeó la cabeza, mirando su sombrero. Tal vez su suerte no le hubiera abandonado del todo. Solo tendría que jugar sus cartas de la forma adecuada… Y esperar que el célebre tratamiento noxiano no lo matara antes.

Instituto de la Guerra – Salas de Curación
Silencio. Más silencio. ¿Aún más silencio? Nunu despertó de golpe, a causa del silencio. ¿Por qué no escuchaba a Willump? Comprobó que estaba en una cama de las Salas, y por un momento se vio envuelto en nervios al no ver a su amigo, hasta ver que se encontraba en la cama de al lado. Cuando lo vio respirar, Nunu se tranquilizó y entonces recordó que estaba convaleciente y herido. Se dejó caer en la cama, intentando hacer memoria. La Fortaleza de la Guardia del Hielo… Ay no, demasiado atrás. Vale, el Pantano. No era la primera vez que lo cruzaba, pero nunca en aquella época del año, que se suponía más peligrosa. ¿Pero tanto? Casi los matan… Willump había recibido demasiados tajos y flechas de no-muertos, y él mismo había recibido alguno que otro. Si no hubiera sido por la magia del Yeti… Nunu negó fuerte con la cabeza, quitándose esa idea de la cabeza. Willump era muy fuerte, y él era su amigo. No dejaría que le pasara nada malo. Ni a sus amigos de Freljord, claro. Volvió a incorporarse, esta vez con más cuidado, y miró en busca del resto. Algunos guerreros estaban ahí, incluido con el que había hablado, que tenía como una docena de nuevas cicatrices en la cara. Auch…
Vio a Tryndamere y a Ashe, el primero estaba roncando a pierna suelta, cubierto de arriba abajo en vendas. Ashe, por su parte, hablaba en silencio con algunos sanadores, con un brazo en cabestrillo, mientras con la otra mano señalaba a la cama más alejada. En aquella, extrañamente custodiada por algunos invocadores, se encontraba aquella criatura, el supuesto nuevo Campeón. Nunu parpadeó lentamente, intentando distinguir algo, pero era difícil distinguir entre armadura y piel en su caso, eran el mismo color. Pero su espada no estaba por ninguna parte. Recordó brevemente cuando se lo encontraron. A él lo perseguían muchos más muertos que los que perseguían a la comitiva, y estaba bastante peor, pero aun así se las arregló para que parte de los muertos que los perseguían se fijaran en él. Cuando no pudo más por su cuenta, llegó a la parte trasera de la comitiva avarosana y se dedicó a masacrar a cuanto no-muerto se acercara. Les había ayudado mucho, al menos a juicio de Nunu. Willump había estado demasiado ocupando rompiendo huesos, luego le preguntaría… Bostezó, antes de volver a abandonarse al sueño. En esa cama se estaba muy calentito… Pero sin los latidos de Willump no tendría un buen descanso.
       … Y por eso, comprenderéis que no haya podido asistir en tiempo y forma a la reunión de Ciudades-Estado como tal. ¿Pero de qué forma puede burlarse a la Liga de Leyendas con un hechizo de ilusión para que no vea a mi gente siendo masacrada por no-muertos? –lanzó de vuelta la Arquera de Hielo al representante del Concilio con el que había estado hablando.
       Tened por seguro que ha sido un acto que tendremos muy, muy en cuenta. El que llegarais junto a una criatura dada por muerta es también confuso de entender –Ashe miró hacia el inconsciente. Podía recordar difícilmente que en el momento en que comenzaron a sanarlo, esas llamas blancas surgieron de sus heridas y lo sanaron por completo, permitiendo a los sanadores dedicarse al resto. Aun así, no se había despertado. Desde donde estaba solo podía verlo de perfil, pero era suficiente como para enarcar una ceja al ver su rostro, libre de su usual capucha o mechones de pelo. Agitó levemente la cabeza, y centró su atención en el emisario.
       De cualquier manera, por nuestra parte su deuda con Freljord está saldada… Aunque ni Sejuani ni Lissandra opinarán lo mismo. Transmitid mi petición al Concilio a la mayor brevedad. No tengo tiempo de quedarme aquí esperando a que pasen los días en pleno invierno.
El Invocador se retiró, asintiendo por última vez. Ashe ladeó la vista hacia Tryndamere. Aún le costaba a veces creer que eran pareja. Negó para sí, suspirando, y haciendo memoria, enumerando cuantas tareas se habían visto ralentizadas por aquel suceso.
       Sin embargo… ¿Puede haber sido un ataque? Los cadáveres en el río pueden explicarse si Akran estuvo combatiéndolos mientras bajaba por él, ya que es la forma más rápida de viajar si huyó de la Grieta. Pero eso no explicaría los que ya nos atacaban. Puede haber sido de todas formas coincidencia, y que haya algo en ese pantano… ¡Ay! –la meditación de Ashe se vio cortada de pronto en cuanto sintió una manaza apoyarse en su hombro, lo que la hizo dar un bote sobre su cama y sentir el latigazo de dolor provocado por mover el brazo roto.
       Eh, eh. ¡No deberías asustarte porque tu marido se acerque a ver cómo estás! –el vozarrón de Tryndamere, siempre tan desacertado, era siempre capaz de poner a Ashe de mal humor… Aunque una parte de su interior agradecía que el bárbaro fuera capaz de pensar en algo que no fuera el combate o él mismo. Siendo sincera consigo misma, era sorprendente que alguien que lo había perdido todo, como era el caso de Tryn, hubiera unificado a los bárbaros bajo su mando y que ello contribuyera a la supervivencia de la gente de Freljord… Otro manotazo del bárbaro la volvió a sacar de su ensimismamiento.
    ¡Ashe! Parece que estás drogada. ¿Quieres dejar de mirar las heridas que tengo? Ya se irán, no te preocupes, sé cuáles son tus favoritas –el comentario logró despertar a la Reina, junto con un puñetazo al hombro izquierdo del bárbaro por el comentario. Pero este sonrió, al ver que Ashe parecía haber vuelto en sus cabales.
   Ha pasado por aquí un emisario. Le he dicho que por nuestra parte, esa criatura ha pagado su parte… Pero queremos seguir sabiendo por qué nos han atacado los no-muertos justo a las puertas del Instituto sin que nos hayan visto. ¿Tú en qué piensas?
     Los cadáveres del Pantano. Despojos de buenas personas –Tryn se encontraba inusualmente serio y pensativo. La visión del Sepulturero enterrando el posible cadáver de uno de los miembros de su tribu parecía haberle afectado. Y Ashe podía distinguir la mirada con la que observaba a Akran. Le recordaba demasiado en su forma y estilo a Aatrox… Esa maldita criatura era la causante de la masacre personal de Tryndamere, su capacidad para sobrevivir mediante la ira, y aparentemente la hostigadora de las guerras internas que su gente estaba sufriendo en Freljord. Los avarosanos estaban perdiendo la frágil paz que habían iniciado a ojos vista: no había cerveza de Gragas capaz de solucionar aquellos brutales asesinatos y masacres, atribuidas supuestamente a los Ursine, aliados con Sejuani… Aunque otros hablaban de la Guardia de Hielo de Lissandra. Poco a poco, Freljord empezaba a calentarse con un fuego que no tenía nada de hogareño o saludable…
Con un chasquido de la puerta, y el son de la música, una grácil figura entró levitando a la sala, a través de los espaciosos pasillos. El etwahl, el único y extraño instrumento de Sona comenzó una nueva melodía en cuanto la joven entró a las Salas de Curación, una melodía que sanaba el cuerpo y la mente de una forma literal. La magia de aquel instrumento obraba maravillas en los escenarios, pero también dentro y fuera de los Campos de la Justicia. Sona sonrió, siempre envuelta en el silencio de su mudez, dirigiéndose hacia el grupo de Freljord. Ashe asintió con la cabeza, y Sona comenzó a danzar sus dedos sobre el etwahl, provocando nuevas notas que provocaban que, poco a poco, los guerreros y arqueras inconscientes recobraran las fuerzas. La misma Reina notó como su brazo se fortalecía, y Tryndamere gruñó, arrancándose las ahora inútiles vendas que tapaban su torso lleno de cicatrices.
       Muchas gracias por tu melodía, Sona. Ya siento cómo vuelven mis fuerzas –dijo Ashe sinceramente, provocando una nueva sonrisa de la muda, quien continuó su camino. No era extraño que, de tanto en tanto, Campeones como Sona o Soraka se dirigieran a las Salas de Curación, ayudando a los sanadores con sus artes, ya magia de los Campeones era en general mucho más poderosa y efectiva. Por eso, cuando Sona continuó avanzando y contempló el cuerpo inconsciente del Xeniam, volvió a tocar una melodía, sanando su cuerpo. Lo que no esperaba en absoluto era que se incorporase y la mirara fijamente, para luego adelantar una mano y agarrarla del cuello, mientras la otra se posaba en el etwahl. El cuerpo de Akran se cubrió de llamas que se trasladaron a Sona, quien lanzó un grito sordo y cayó sobre el asesino, que la alzó con facilidad para luego arrojarla sobre una cama vacía cercana. El etwahl estaba en sus manos, agitándose con violencia, para sorpresa de Ashe y Tryndamere, cubierto en llamas.
       Ignoraba… Que empleaseis esta clase de objetos malditos. Es sorprendente que pudiera sanar con esto, un artefacto tan antiguo… –dijo el Xeniam lentamente, mientras el etwahl parecía emitir un quejido lastimero mediante sus notas. Cuando Akran comenzó a tocarlo, verdaderos gruñidos de dolor y agonía resonaron en la Sala, ante la mirada atónita de los Reyes de Freljord, para luego tornarse en estridentes tonos, afilados como dagas.
       ¿Qué es…? –comenzó Tryndamere, para luego callarse al ver cómo el Etwahl comenzaba a lanzar notas discordantes que acuchillaban al Xeniam, provocándole verdaderos tajos en su cuerpo, pero el rostro de Akran estaba fijo sobre el aparato, tocándolo de una forma en particular que provocaba que, cada vez, el etwahl se moviera con menos furia. Para cuando sus brazos estaban a punto de dar de sí, una nueva llamarada clamó al etwahl, que se estremeció una última vez con un crescendo antes de quedarse flotando en el aire, en silencio. En la Sala solo se escuchaba entonces el difícil respirar de Akran, que volvía a arder lentamente, sanando los potentes tajos que casi lo habían partido en múltiples pedazos.
       Poder a cambio de sacrificio. Voluntad, a cambio de voz. Existen demasiadas cosas que Runaterra ha invocado sin conocer realmente lo que son… Cuando despierte, esa muchacha volverá a hablar –parpadeó con fuerza, para luego dejarse caer en la cama de nuevo. El crepitar de las llamas y el goteo de la sangre fue el único ruido que provocó, hasta que con un fuerte golpe entraron varios sanadores, que se sorprendieron al ver la escena; el instrumento de Sona, quemado y golpeado, flotaba débilmente sobre un Xeniam cubierto de sangre, mientras que la Campeona estaba tirada en una cama con una quemadura en el cuello y aparentemente inconsciente. Los sanadores se lanzaron hacia delante, canalizando su magia, apartando el instrumento a un lado, quien intentó moverse discretamente hacia la salida.
       ¡QUIETO! –rugió una voz femenina, forzando al instrumento a quedarse completamente parado, emanando unas ligeras notas suaves. La voz era… Difícil de distinguir. Era la voz de alguien que no hablaba a menudo, una voz sin duda femenina pero con más fuerza de la que uno podría esperar. Sona se había despertado, y observaba al etwahl con una mirada asesina. Se incorporó, y se dirigió a él a paso vivo, adelantando una mano abierta y apuntándolo directamente con ella.
       Has matado… A tantos. Me has usado… Como si fuera un juguete. Es suficiente, ¡ahora soy yo quien manda! –Sona agarró el etwahl con ambas manos y hundió sus dedos sobre las notas, provocando que este se estremeciera y sonaran unas notas que inspiraban verdadero dolor a los presentes. La figura de Sona, normalmente envuelta en la suave túnica, y con unos delicados hilos azulados que se transmitían de su instrumento a sus dedos se habían tornado en una mujer que respiraba inquieta, con la ropa y los cabellos hechos un desastre, y unos hilos blancos que ataban al etwahl, fijándolo a su sitio, frente a la artista. El instrumento volvió a emitir unos tenues sonidos, como si pidiera perdón, provocando que Sona gruñera y tocara una verdadera melodía que forzaba al instrumento a su voluntad. Cuando el etwahl aceptó su sumisión, la Virtuosa de las Cuerdas se giró, recuperando su habitual sonrisa.
       Disculpad… Debéis descansar. ¿Podréis transmitir mi agradecimiento a vuestro acompañante? –dijo, antes de girarse y salir a paso vivo de la sala. Ashe observó a Tryn por unos segundos, que se encontraba tan perplejo como ella.
       ¿Poseída? ¿Es que ningún Invocador se había percatado de ello antes? Creo que los Campeones deberíamos poder reunirnos fuera de los Campos más a menudo…

Instituto de la Guerra – Arcanum Majoris
Al día siguiente, la figura oscura volvió a su lugar frente a las puertas del Maestro Armero, para sorpresa de más de un Invocador que habían vuelto a esperar no volver a ver tal espectro de  nuevo custodiando la puerta que abría tantas posibilidades y tanto poder. Doran por otra parte no parecía haberle importado su desaparición o su aparición, por lo que el artefacto semanal estaba cada vez más cerca de ver la luz. Sin embargo, los hechos en la Grieta habían tenido sus consecuencias, para bien o para mal muchos sabían de qué era capaz aquel asesino, y si bien muchos habían dejado de intentar obtener secretos de Doran, otros tantos se veían como “la única solución contra aquel monstruo”. Para cuando el quinto Invocador logró llegar a las Salas con todas sus extremidades, la idea de acabar con Akran atacándole de frente se había generalizado como no muy inteligente. Incluso aunque pareciera que estaba leyendo, o durmiendo, había rechazado y contraatacado todos y cada uno de los ataques que le habían arrojado.
       ¡No puede ser tan difícil matar a esa cosa! –gruñó un enorme Invocador demaciano en su grupo de confidentes, mientras bebía una mezcla capaz de derribar a media docena de hombres. Por su parte, solo carraspeó y gruñó.
       ¿Pero por qué, Archin? ¿Qué tienes contra…? –comenzó un Invocador, antes de que otro colega le atizara un codazo en un costado.
       ¿Es que eres sordo? ¿No has escuchado la recompensa, o qué? Dos mil, estúpido. Dos mil malditas monedas de oro por la cabeza de ese Campeón. Ni Jarvan IV vale tanto presentado a Noxus en bandeja de plata –Como prueba, alzó el cartel, donde podían leerse las mismas palabras, junto a un sello particular. No era ninguna Ciudad-Estado o similares… En cuanto lo vio, lo quemó con la otra mano, asegurándose de no dejar pruebas.
       ¿Pero quién paga eso? –preguntó el mismo Invocador, masajeándose el costado golpeado. Como respuesta, el Invocador que había estado hablando se encogió de hombros, sin saber bien la respuesta. Pero entonces, el breve silencio se rompió con un breve clic a espaldas del enorme hombre, que se giró al ver el rostro alterado de sus compañeros de chanza. Lucian, el Purificador, se encontraba revisando sus armas sacras justo detrás de ellos, y no les cabía duda alguna que les había escuchado con toda claridad. En cuanto el tirador hizo amago de apuntar a uno de ellos, todos los Invocadores salieron corriendo de forma errática, trastabillando y recogiendo las togas para correr más rápidamente. Sin embargo, Lucian había podido ver las caras de todos, y no se le olvidarían. Frunció levemente el ceño, observando las cenizas en el suelo. Poco a poco, se dijo, los ideales de la Liga de Leyendas estaban apagándose y marchitándose, corrompiéndose por los deseos individuales de sus miembros. Avanzó por un iluminado pasillo, en dirección al Arcanum, mientras ponía en orden sus pensamientos. Le habían hablado de una enorme concentración de no-muertos en el Pantano de los Aullidos… Y de Yorick. Que las horripilantes criaturas de las Islas de las Sombras estuvieran trasladándose era una posibilidad que el Purificador no quería ni oír hablar.

La comitiva de Freljord finalmente se había instalado en el Instituto para los asuntos diplomáticos de rigor, lo cual suponía que la seguridad se había incrementado, tanto para proteger a los emisarios, como para proteger al resto del poder que estos poseían. No debería faltar demasiado tiempo para que llegasen los otros dos poderes representativos de Freljord, la Garra del Invierno y la Guardia de Hielo. El Concilio podía agradecer a los cielos que una reunión de las Tres Hermanas no se realizara a la vez que una entre Demacia y Noxus… Suficiente tensión se generaba con tratar con los salvajes y endurecidos habitantes del Norte. De ahí que tuvieran que asegurar los cabos sueltos… Ese era el motivo por el que Lucian se dirigiera directo al Guardián del Arcanum. En cuanto lo vio, aguzó levemente la mirada. Akran parecía estar jugando con lo que parecían unas piezas de metal, arrojándolas al aire y lanzándoles breves rachas de llamas, que poco a poco iban calentando y derritiendo el metal. El Purificador ni se molestó en preguntarse qué demonios estaría haciendo, tenía sus órdenes y las haría cumplir.
       Xeniam. El Concilio me ha enviado para asegurarme que no vas a causar ningún altercado en la diplomacia de Valoran. Por lo que vas a quedarte aquí, sin causar molestia alguna, ¿comprendido? –la voz de Lucian, clara y concisa, no dejaba lugar a dudas de que no era su forma favorita de comunicación, pudiendo hacerlo con sus armas. Por su parte, Akran sonrió levemente bajo su capucha, lo que provocó que el tirador enarcase una ceja.
    ¿Qué te parece tan gracioso? –preguntó, frunciendo el ceño. Como respuesta, el Xeniam señaló hacia la puerta del Arcanum, que se abrió para dejar pasar a una mujer alada. Kayle, la Justiciera, contempló extrañada a Lucian mientras cerraba de nuevo el acceso.
       ¿Qué haces tú aquí?
     Yo debería estar preguntando lo mismo. Son órdenes del Concilio –repuso el demaciano de piel morena, cuyo rostro fijo estaba poco a poco rompiéndose por la duda. ¿También estaba equivocándose el Concilio? Luego, dirigió su mirada al Xeniam, quien seguía ocupado jugando con aquellos trozos de metal, hasta que de pronto aplastó todos los pedazos con ambas manos, para luego mostrar a ambos Campeones la Esfera de Visión que había montado, donde el rostro de Vessaria observaba a los tres con dureza.
   Suceden cosas muy extrañas en este lugar desde hace un tiempo. Invocadores de confianza que desaparecen, Campeones con nuestro favor dejan de responder… Lucian, Kayle, vuestra fidelidad no es discutible. Deseamos que colaboréis con esta investigación, mientras usáis al Xeniam como tapadera para moveros donde deseéis. Se dirigirá a Demacia pronto para rendir cuentas ante la Ciudad-Estado, y vosotros le acompañaréis.
    ¡Pero…! –comenzó Kayle. No quería tener que ver nada con aquella maldita criatura, y Lucian no merecía su atención tampoco. Sin embargo, la mirada de Vessaria era resoluta, y su voz directa, no había forma de escapar, y la Justiciera lo sabía.
    Disponéis de tiempo hasta que la reunión de Freljord termine para trazar un plan de acción y… Poneros de acuerdo. Hasta entonces no volveremos a hablar. No encontramos canales seguros –con un crujido, el Xeniam destrozó la esfera, que se fragmentó en mil pedazos.
     ¿Qué sabes tú sobre todo esto? –dijo Lucian, apuntando a Akran, claramente con intención hostil. –No tengo tiempo para andar de criada de una cosa que debería estar erradicando.

Por toda respuesta, el Xeniam se inclinó hacia delante, y al momento se transportó tras Lucian, con su enorme filo preparado. El Purificador se lanzó hacia un lado con increíble velocidad, mientras arrojaba una salva de disparos calculados contra la figura de Akran, quien sin embargo los rechazó con su propia espada. Volvió a saltar, esta vez hacia delante, alejándose más, y con su espada transformándose en lo que parecían otro par de pistolas, como Lucian utilizaba. Este gruñó, furioso por el insulto, para volver a disparar su letal carga, pero el Xeniam hizo lo mismo y las balas se anularon entre sí. Kayle desenvainó su arma, pero antes de lanzarse contra Akran, se percató del detalle. Los proyectiles se habían anulado.
       ¡Lucian! ¿No son tus armas-reliquia capaces de traspasar cualquier oscuridad? –clamó Kayle, acercándose al furioso tirador, que gruñó como toda respuesta. –¿Entonces por qué no le estás alcanzando?
   No está apuntando bien. Ahora entiendo por qué hay tantas criaturas de la Sombra sueltas en la Liga –dijo Akran, provocando que Lucian perdiera aún más los estribos y sus armas brillaran con una fuerza inusitada, mientras el sacerdote comenzaba a exhortar su poderoso exorcismo.
   ¡Aquí dentro no! –rugió la Justiciera, alzando ambas manos y proyectando su escudo invulnerable frente a Lucian, que logró detener el Sacrificio. Las balas de pura energía divina no pudieron atravesar el escudo de la inmortal, pero de no haberlo detenido, fácilmente hubiera podido arrasar varias paredes del Instituto. Los recuerdos de los efectos que provocaba en la Grieta eran suficientemente contundentes, como para pensar en ver el efecto real. Ensimismada, Kayle no se percató que Lucian pasó a apuntarla a ella y disparar sendos proyectiles, hasta que la cuchilla de Akran los detuvo, provocando que rebotasen e impactaran contra el alto techo, dejando dos claros boquetes. El Xeniam recompuso su figura tras haberse lanzado para detener el disparo.
  Si quieres matar seres de oscuridad, podrás hacerlo. Pero no me subestimes, Purificador. Que mis manos estén cubiertas de sangre no quiere decir que no haya exterminado a más criaturas del abismo que tú –el filo de Akran se recogió en su mano, mientras este se acercaba a Lucian lentamente –Demasiada ira, Purificador. Y tú… Soberbia. Ambos… Orgullo.
El Xeniam se dispuso de nuevo en su lugar, ignorando el hecho de que Lucian volvía a apuntarle. Pero, o bien Akran conocía que tras haber lanzado el Sacrificio, Lucian necesitaba tiempo para recargar sus armas, o bien era un temerario. La furia invadió al demaciano, pero logró serenarse al reconocer como reales las palabras de aquella criatura. Gruñó mientras ajustó sus armas a su cinturón y comenzó a realizar una breve salmodia, recargándolas con el divino poder. Kayle parpadeó levemente, comprendiendo el peligro en el que se había puesto por haber perdido el control un instante. Furiosa, las llamas doradas invadieron su cuerpo y su arma, pero entonces escuchó el paso apurado de un grupo de Invocadores que se aproximaba. Al reconocer sus símbolos, Kayle abrió los ojos bajo su formidable armadura.
       ¡¿Qué demonios estáis haciendo vosotros aquí?! ¡Debíais estar custodiando la sala de reuniones! –clamó la Justiciera, señalando con su arma al grupo principal. Uno de los Invocadores, una chica joven que había estado contemplando fijamente al Xeniam se adelantó e inclinó levemente la cabeza en señal de saludo.
       Habíamos escuchado disparos y gritos por esta zona junto con magia poderosa, creímos que había sucedido algo y… –apenas había terminado de hablar, cuando se escuchó un poderoso estruendo cuyo eco resonó hasta el Arcanum. Incluso Doran salió de su forja, armado con lo que parecía un guantelete traslúcido que latía como si estuviera vivo, con cara de confusión.
       ¿Pero qué demonios está pasando ahí fuera? ¡Estoy intentando hacer magia! –dijo, antes de escuchar una potente explosión, ante lo cual cerró la puerta rápidamente, posiblemente como protección. El eco de una risa infernal llegó a escucharse, y Lucian sintió como sus armas brillaban con energías e ira renovadas.
       Malzahar… –gruñó el Purificador, antes de lanzarse hacia delante. Kayle hizo lo propio, hechizándose a sí misma, quitándose de encima cualquier otra cosa que no fuera su propósito original en la Liga, y pronto adelantó a Lucian, batiendo sus alas. El grupo de Invocadores también partió con ellos, todos ellos hechizándose de igual forma, deslizándose por el suelo a una velocidad fantasmal… Excepto la joven que había hablado, que permaneció allí unos segundos hasta ver que Akran ni siquiera había hecho ademán de moverse.
       ¿Y tú? –preguntó, ladeando la cabeza con una leve sonrisa en su rostro.
       Tu amigo muerto te pide que recapacites –la voz del Xeniam provocó que la falsa sonrisa muriera en un gesto tan claro de odio, que Jolie alzó una mano envuelta en llamas, apuntándole fijamente. Akran no cambió su postura, ni su mirada, ni siquiera se había quitado la capucha para verla.
       No tientes a la suerte, Segador. Tu final en este mundo está cerca… –dijo la cabreada Invocadora antes de concentrarse, teletransportándose junto a los suyos para ganar el tiempo perdido. Cuando desapareció, Akran negó lentamente para sí, contemplando su filo, donde él veía lo que los demás ignoraban.
       Una lástima, Malthior. Pero sabes lo que yo sé. ¿Quieres que le siga dando tiempo…? –preguntó en voz baja, hacia el reflejo de su arma. Suspiró, al ver la respuesta. Hacía mucho tiempo que un asesinato accidental no le salía tan caro…

Instituto de la Guerra – Sala de Reuniones
La risa desenfrenada del Profeta del Vacío solo era comparable a los rugidos de furia de Kassadin, que evitaba los mordiscos voraces de la media docena de Voidlings que lo rodeaban. El Caminante no encontraba lugar al que transportarse, ya que la sala estaba hasta arriba de Invocadores inconscientes y los emisarios de Freljord, luchando por sus vidas contra los espectros de Malzahar, quien jugaba con su daga de sacrificios, escogiendo a su próxima víctima.
La mente de Kassadin estaba tan ocupada en evitar que aquellas abominaciones lo hicieran trizas, como en entender qué estaba pasando. ¿Por qué Malzahar había atacado abiertamente, qué estaba pasando allí? ¿Dónde estaban los Invocadores guardianes? El maldito Instituto se había preparado para evitar precisamente situaciones como estas.
Entonces, con un fuerte portazo las puertas dobles se abrieron, mientras Lucian alzaba ambas armas sacras y… se quedaba quieto, al ver a Kassadin dando cuchilladas al aire, al igual que buena parte de los emisarios avarosanos de Freljord. Los emisarios de Sejuani y Lissandra observaban horrorizados la escena desde las paredes más alejadas a los peligrosos guerreros. En cuanto vio a Lucian, Lissandra lo señaló.
       ¡Ayuda! ¡Se han vuelto locos! –clamó la angustiada hechicera, representante de la Guardia de Hielo. A pesar de sus considerables poderes, era la más reacia a usar sus habilidades de las Tres Hermanas. Lucian jamás la había tenido en especial estima, pero no podía reconocer que cada flecha o tajo podían matar a quien no lo hubiera hecho ya…
       ¡Detente, Malzahar! ¡Abandona tu propósito en este mundo! –rugió de pronto Kassadin, aparentemente hallando una brecha, evitando a los Vacíos y transportándose justo delante de Lucian, golpeándolo inadvertidamente y lanzándolo contra Kayle, echando a ambos de la sala, para luego ver cómo Malzahar tomaba su daga de sacrificios y la arrojaba directamente a Ashe. El Caminante extendió sus filos, intentando detenerla, pero fue incapaz. Con un golpe sordo, la ilusión se rompió, revelando a los avarosanos y a Kassadin la mentira que habían vivido… Excepto para Nunu, puesto que la daga que se hundía en su espalda al haberse colocado entre el arma y Ashe era totalmente real…


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