Nota del Autor: Este es el primero de una serie de capítulos "opcionales" que acompañarán a la historia. El adecuado orden de lectura lo indica el título, que lo sitúa entre los distintos capítulos. Por norma general siempre habrá un retraso entre estas historias secundarias y la principal.
Aviso: Esta, y todas las demás historias secundarias contienen elementos sexuales que podrían herir la sensibilidad de aquellos que no quieran exponerse a ellos. A partir del símbolo +18 comienza la parte propiamente sexual.
PD: Editado el 3/7/14 para corregir algunas palabras demasiado vulgares.
PD: Editado el 3/7/14 para corregir algunas palabras demasiado vulgares.
Instituto de la Guerra – Ala Oeste
Usualmente, el camino que
transportaba a la artista desde las Salas de Curación, donde habitualmente
solía encontrarse en sus visitas al Instituto de la Guerra, hasta su propio
espacio privado en el Ala de Campeones, era acompañado con los dulces acordes y
tonalidades que sus hábiles manos lograban sobre el etwahl. En esta ocasión,
sin embargo, la marcha era completamente silenciosa, mientras la grácil figura
femenina se desplazaba, flotando parcialmente en el aire gracias a sus dones
mágicos. Observaba atentamente al instrumento, mientras la batalla de
voluntades quedaba claramente en favor de la humana. Con la ayuda de aquel
extraño Campeón, Sona había podido alcanzar y superar el dominio que el vil
instrumento había ejercido sobre ella. Tantos años, tantas acciones que no
podía controlar... ¿Y cuáles de aquellas que sí había querido hacer habían sido
realmente escogidas por ella? No estaba segura de a qué nivel el etwahl había
influido en sus elecciones. Desde que era niña, el instrumento había
permanecido a su lado, protegiéndola, librándose de aquellos que los separaban,
supliendo su mudez. No era capaz de recordar un tiempo antes que él, todo era
ahora confuso. Se sabía fuerte, no era un mero títere en manos del instrumento.
Era su magia la que le permitía evitar caminar, era su magia la que,
amplificada por el instrumento, transformaba la belleza de los tonos en letales
tajos sónicos que podían destrozar las armaduras. Era su arte el que conmovía
los corazones de aquellos que la escuchaban...
– ¡Me
necesitas mucho más de lo que yo te necesito a ti! –otros solo hubieran
escuchado una sucesión de notas dispares. Ella, por otro lado, podía distinguir
qué quería expresar el instrumento con alma. Por primera vez en muchos años,
Sona pudo abrir su boca para hablar, con una voz que aún le costaba distinguir
como suya.
– Sin mí, no vales más que para ser colgado en
una estantería. No mereces más que las llamas por lo que has hecho. Por quienes
has matado.
– ¡Son
tus manos las que están cubiertas en sangre! Nadie creerá que lo ha hecho una
obra de arte como yo –antes de que las notas muriesen en el aire, Sona ya había
hundido sus dedos sobre el teclado, golpeándolo de lado a lado con un chorro de
notas que ya había aprendido a percibir como doloroso para la entidad.
– Suficiente –con un claro gesto, la
Virtuosa de las Cuerdas comenzó a tocar una nueva melodía. Los hilos
blanquecinos que unían su poder al instrumento provocaron que este temblara y
se retorciera con cada nota, mientras la música, un grave, tensaba
completamente el etwahl de formas que se antojarían irreales para un
instrumento usual. Las teclas se cruzaban entre sí, los hilos provocaban
lastimeros quejidos, mientras la velocidad de los entrenados dedos de Sona
aumentaban la velocidad, pasando del grave al adagio.
– ¡Nada
puede igualarme! Sin mí, no eres nadie –el avance de la dama demaciana se
detuvo mientras los hilos nacarados que unían a ambos trataban de tornarse
celestes, en tanto el etwahl trataba de recuperar su dominio. Sin embargo, con
un potente golpe, todas las hebras celestes se difuminaron en el aire; la
mirada férrea de Sona detuvo el intento secamente antes de acelerar hasta un
presto. A su paso, la energía que despedía era tal que parecía que se había
desatado un huracán; cortes y golpes se sucedían por cada pared mientras la
Virtuosa de las Cuerdas se dirigía hacia sus aposentos. Deseaba estudiar y
enfrentarse a fondo a aquella entidad, para suprimirla y deshacerse de ella de
una vez por todas. Sabía que sin él, su poder se reduciría. Pero era libre, y
su potencial era mucho mayor de lo que había mostrado a Valoran.
Sin embargo, su línea de
pensamiento se vio cortada cuando a su espalda percibió un andar a paso vivo
junto a un extraño calor. Apenas se giró, contempló al Xeniam, avanzando casi a
la carrera, con sus alas extendidas, en dirección al último pasillo de las
habitaciones de Campeones. Alzó la voz para saludarlo, pero antes de poder
hacerlo, el veloz asesino ya había pasado de largo, prácticamente atropellándola
un segundo antes de planear más alto, esquivándola. Sona enarcó una ceja, para
luego cambiar abruptamente de idea. Había pensado estudiar la forma de
deshacerse del etwahl por su cuenta, pero... ¿Qué mejor manera que preguntando
a quien lo había hecho la primera vez? Avanzando su ritmo, la Virtuosa de las
Cuerdas se dirigió al último pasillo, y llevada por su magia, fue casi capaz de
alcanzar al Xeniam, quien ya había abierto la puerta de su habitación y la
cerraba tras de sí. De pronto, antes de que esta se cerrara del todo, el etwahl
lanzó una nota baja, que se transformó en un golpe de viento tal que detuvo la
puerta, y dado que Akran parecía estar particularmente despistado, no había
llegado a escucharse el claro chasquido. La puerta estaba abierta para la
artista, quien estuvo tentada de volver a aporrear al etwahl hasta que cayó en
la cuenta de que eso hubiera revelado su lugar. Avanzando lentamente, hasta la
puerta, Sona empujó levemente la madera, motivada por la curiosidad y por su
instinto. Escuchó ruidos bruscos, una mesa siendo arrastrada, un pedazo de
armadura arrojado contra la pared... Parecía tener mucha prisa.
[+18]
Cuando se animó lo suficiente
como para ladear el rostro y observar la estancia, hubiera lanzado un grito de
asombro de no ser porque ya había perdido la costumbre de usar su voz. Sus ojos
azules observaron cómo el Xeniam había apartado la mesa, el armario, las
sillas... Dejando un gran hueco central en su habitación que estaba siendo
ocupado en ese momento por lo que parecía indudablemente un círculo de
Invocación que Akran estaba pintando con algún líquido negro que Sona era
incapaz de identificar. Tampoco estaba demasiado atenta, pues se había
percatado más en la total desnudez del asesino. Si su rostro desnudo ya era capaz
de hechizar a embajadores, el conjunto completo había dejado completamente
desarmada a la demaciana, quien se había percatado de los ahora rojizos ojos
del ser. Sin embargo, eso no era del agrado del etwahl, quien se percató de que
distraída como estaba, podía controlar de nuevo a Sona, al menos sutilmente.
Necesitaba incapacitarla para recuperar el control... Percibir hacia dónde
observaban aquellos ojos le dio una clara, clara idea al instrumento, que de
haber tenido boca, hubiera sonreído. Pero incluso el instrumento se sorprendió
cuando el Xeniam se retorció de dolor, dejando el círculo a medio hacer, y se
tambaleó contra una pared, sacudiéndole un puñetazo tal que dejó mella,
mientras su cuerpo parecía arder con una especie de llama translúcida, que devoró
completamente las pocas cicatrices y heridas que el cuerpo masculino tenía, y a
la vez, excitándolo completamente, de forma que Akran jadeó, cayendo al suelo
de rodillas. Sona hubiera jurado que parecía tan caliente que hubiera exhalado
vapor. Sus ojos ahora parecían rubíes incandescentes, brillando casi el
cuádruple de lo habitual, como si estuvieran ardiendo realmente.
Con esfuerzo, Akran se incorporó,
terminando el círculo a duras penas. El fuego de su cuerpo crecía más y más, y
ahora sí a ojos de Sona el cuerpo masculino despedía un leve vapor. La Virtuosa
de las Cuerdas no pudo evitar morder suavemente su labio inferior, apreciando
la vista que tenía enfrente suya, que de algún modo, impedía que actuara de
forma correcta y revelase su presencia. Grandes gotas de sudor caían al suelo
de madera junto a otros fluidos, que eran acallados por los jadeos y gruñidos
del alto Campeón. Una vez el círculo estuvo listo, el Xeniam alzó ambas manos y
se dispuso a conjurar... Momento en el que el etwahl volvió a tomar el control
por un instante y forzó a Sona a moverse al interior de la habitación, cerrando
la puerta, y a tocar un acorde que se transmitió en una onda que rompió en dos
el círculo.
– ¡No! –rugió el Xeniam, percibiendo
entonces la presencia femenina en la sala, antes de caer de rodillas,
llevándose una mano al estómago mientras más y más volutas de humo surgían de
todas partes de su cuerpo. –No sabes lo
que has hecho, entrometida... No puedo evitar... Esto –la voz del Xeniam no
tenía nada que ver a lo que recordaba, su tono, su potencia, resultaban
atractivas a tal punto que incluso Sona supo que había alguna clase de magia de
por medio. Ella misma respiraba entrecortadamente, sujetando aún el etwahl con
ambas manos mientras combatía el impulso de apartar su vista de la del asesino
de ojos rojos, que parecía tratar de sujetarse al suelo con la mano que no se
agarraba a sí mismo.
– ¿Qué es...? –logró decir con voz trémula
la artista de cabellos celestes, señalando el deshecho círculo, antes de sentir
cómo el Xeniam se incorporaba rápidamente y avanzaba hasta ella, agarraba el
etwahl, lo lanzaba contra la mesa y la agarraba a ella por las caderas, un
instante antes de besarla profundamente mientras pegaba su ardiente cuerpo al
de ella, dejándola notar cada fibra del cuerpo del Campeón de piel de
obsidiana. Los ojos de Sona se abrieron notablemente al sentir la intrusión del
hombre, pero a la vez, aquella sensación que le decía que había magia de por
medio simplemente desapareció al tiempo que las manos de la joven se decidían a
hacer lo que llevaba un largo rato deseando hacer. Con esfuerzo, logró librarse
del poderoso agarre lo suficiente como para agarrar su exquisita túnica y
hacerla pedazos, sonriendo.
– Vale, quizás luego puedas explicármelo...
Hora y media después
Los restos de los elegantes y
finos ropajes de Sona se extendían desde los retazos del círculo de invocación,
a la pared más cercana a ella, pasando por parte del baño y finalmente en la
cama, donde ambos Campeones se encontraba continuando el frenesí al que el
Xeniam la había sometido desde el instante en que las voluptuosas carnes de la
Campeona habían quedado sin la exigua protección de sus ropajes. El espectáculo
de gruñidos, jadeos y gritos a pleno pulmón solo habían sido percibidos por el
etwahl, quien había ocupado todo aquel tiempo en esperar el momento adecuado,
mientras se felicitaba por su idea. Era imposible que la mente de Sona pudiera
resistir las salvajes acometidas que el Xeniam no había detenido un solo instante,
tomándola de todas las formas que su mente poseída formaba... Y eran muchas.
Especialmente, dado que la Campeona no solo no se había negado a nada sino que
de alguna forma parecía seguirle el ritmo, aunque eso en parte se debía a las
acciones del etwahl, que continuaba aportándole energía a la artista de largos
cabellos celestes para que se olvidara del control que siempre debía mantener
sobre el instrumento, que a su vez sentía como a cada golpe de cadera el Xeniam
lograba que Sona perdiera más y más la cabeza. Orgasmo a orgasmo, el cuerpo
femenino se agotaba más y más, la mente perdía la fuerza y la garganta de Sona,
cuando estaba libre, se veía tan forzada por los gritos que había vuelto a
quedar ronca.
Cuando el etwahl finalmente se
decidió a actuar, el Xeniam se encontraba encima de la Campeona, penetrándola
furiosamente sobre la cama de tal forma que todo el mobiliario temblaba
empellón tras empellón. Los hilos celestes, mucho más gruesos y poderosos,
comenzaron a reptar por el suelo, en silencio. El instrumento solo tenía que
conectarse a Sona, evitar su primitivo placer, y podría volver a controlarla.
Tenía mucha experiencia en ello, al fin y al cabo... Con lo que no había
contado era que cuantos más orgasmos sacudían al Xeniam, menos vapor fluía de
su cuerpo y sus ojos dejaban de ser dos llamaradas rojizas. En el momento en el
que los hilos del etwahl estaban a punto de fundirse con la también celeste
cabellera de la extenuada Sona, el Xeniam se detuvo un instante y agarró todos
los hilos con una mano.
– No te metas –gruñó Akran, justo antes
de que su mano comenzara a arder, y los hilos se incendiaran, propagándose
velozmente hasta alcanzar al instrumento, que comenzó a “chillar”, resonando
sus teclas de todas las formas que podía mientras las llamas purificadoras
devoraban su esencia lentamente.
– ¡No pares, cabrón! –rugió con voz ronca
Sona, agarrando las caderas del Xeniam y empujándolo más dentro de ella, para
luego agarrarlo de nuevo con sus piernas. La posibilidad de verse a medias le
había dado fuerzas suficientes como para bloquearlo con sus rotundas piernas, que parecían fuertes para alguien que llevaba mucho tiempo flotando.
Akran la rugió, volviendo a besarla, mientras recomenzaba sus embestidas.
– Odio esto... –gruñó al oído de la
demaciana lentamente, asegurándose que incluso en el estado de cachondez en el
que la fémina se encontraba, fuera capaz de entenderle. –Maldito por súcubos, condenado a una excitación brutal cada cierto
tiempo...
– Ah... ¿Y qué tiene de...? –intentó
balbucear la artista, antes de perderse en un nuevo orgasmo que la hizo
retorcerse cuan larga era, pringando por enésima vez la amplia cama del Xeniam,
quien se detuvo, estimulándola lentamente, permitiéndole a ambos saborear el
momento, hasta que la mente de Sona volvió a reaccionar.
– No puedo controlarlo, me mataría si no me
descargo del todo. Y no puedo elegir... –gruñó de nuevo, tomando uno de los
amplios pechos de Sona y mordiéndolo una vez más, dejando una tercera marca,
antes de retomar su explicación. –Iba a
invocar un súcubo cuando me interrumpiste. Es mi forma de pagar su
generosidad... Hmf. Vuelvo a perder la mente... –los movimientos del Xeniam
volvieron a aumentar en potencia y velocidad conforme su cuerpo necesitado
clamaba por la satisfacción que en ese momento solo el cuerpo agotado de Sona
podía darle. Esta optó por morder el hombro de Akran, su garganta no aceptaría
más gritos, mientras volvía a intentar soportar la ola devastadora que
resultaba el clímax del hombre, que la llenaba de forma que la sorprendía...
Por no ser una sensación tan extraña para su cuerpo. Pero un nuevo orgasmo le
arrebató la capacidad de pensar, y se sentía tan agotada...
A la mañana siguiente
Con mucho esfuerzo, Sona abrió
los ojos. Tardó unos segundos en recordar dónde se encontraba, y cuando lo
hizo, sintió el rubor de sus mejillas. Ladeó la vista, contemplando al Xeniam,
quien dormía profundamente. La demaciana ni siquiera intentó incorporarse, no
era capaz. Cada músculo de su cuerpo estaba totalmente agotado, la noche
anterior había sido demencial. En algún lugar de su mente recordaba que debía
acordarse de algo, pero la satisfacción de su cuerpo le impedía centrarse en
nada. Sus manos acariciaron su cuerpo tibio, sin sorprenderse al notarlo
parcialmente cubierto de jugos y sudor. De no haber decidido Akran utilizar el amplio baño varias veces durante
la noche, aquello hubiera sido un verdadero desastre... No pudo evitar una leve
sonrisa pícara al recordar lo que había hecho, aunque se sorprendía a sí misma.
¿Desde cuándo era tan activa y sensual? Tal vez había sido obra de... ¡El
instrumento!
Sona se incorporó, notando
después el pinchazo en su estómago. Las agujetas estaban más que cantadas, como
también lo estaban las marcas de guerra. Durante un instante se miró a sí
misma, apartando los mechones celestes de su cuerpo. Era obvio que su larga
melena estaba tan agitada que tardaría horas en arreglarla, pero aquellas
marcas de mordiscos y chupetones por sus grandes pechos, estómago y pelvis
tardarían bastante más. Pero aquello no reclamaba su atención, era el etwahl.
No notaba la continua guerra en su mente contra el aparato. ¿Acaso había
aprovechado la distracción de...? Sona maldijo en voz baja. Por supuesto que lo
había hecho, ¡era el maldito culpable de todo aquello! Pero cuando localizó el
etwahl sobre la mesa, y contempló las marcas de quemadura sobre la exquisita
madera, entendió que aquella criatura no había ganado la partida.
– Tal vez tenías otros planes, pero no pude
evitarlo. No estaba en situación de otra cosa –dijo la voz del Xeniam,
ahora de vuelta a su estado normal. Sona ni se molestó en observarlo, aunque se
percató de que su cuerpo ahora parecía más frágil, agotado. Como si no fuera el
mismo.
– ¿Seguirá sonando? –preguntó la joven,
finalmente ladeando la vista hacia Akran tras unos minutos de silencio, que si
habían molestado al Campeón no lo había hecho notar.
– El instrumento sigue siendo el mismo. Pero
no te ayudará como lo hacía. Ese fuego no deja rescoldos.
– Está bien así. No quiero ni pensar en lo que
habrá hecho con mi cabeza todos estos años... –murmuró la joven,
abrazándose. Ahora sentía el frío, producto de alejarse de la tibieza del
cuerpo masculino. El Xeniam, por su parte, parpadeó varias veces más antes de
incorporarse, quedándose sentado sobre la gran cama, y extendiendo el ala
derecha, cubriendo a la joven en el manto de plumas, mientras alzaba ambas
manos y comenzaba a arreglar el desastre de la sala.
– Gracias... Por todo, supongo. No todos los
días alguien me libra de una maldición... Ni me deja sin dormir toda una noche
completa –dijo de nuevo Sona, con una sonrisa divertida, para luego ver que
Akran había re-hecho su toga, dejándola frente a ella.
– Puedes volver a usar el baño si quieres... –dijo
el Campeón, incorporándose de la cama, retirando el abrazo en Sona, mientras su
piel se inflamaba en fuego blanco que después se transformó en la ropa y arma
habituales del Xeniam. Sona asintió levemente mientras tomaba su túnica y la
llevaba al lado del baño, justo antes de meterse en él y notar cómo el agua
hechizada, a una temperatura perfecta, la limpiaba de toda la suciedad que
cubría su cuerpo.
– ¿Por qué pareces ahora más débil?
–preguntó directamente la joven, masajeando sus generosos senos con el agua,
tratando infructuosamente de quitar todos aquellos chupetones y mordiscos. El
Xeniam ladeó la vista y la miró fijamente, sin verse alterado por el erótico
gesto de la joven.
– Mi cuerpo siempre es débil, excepto cuando
estoy bajo esa maldición. Las súcubo no querían que mientras violara el cuerpo
de alguna inocente, esta fuera capaz de huir o defenderse... Es una cruel
ironía, que cuando más fuerte soy, no puedo usar ese poder para nada –dijo
Akran, con un tono claramente amargo en su voz, mientras borraba todo rastro
del círculo de invocación.
– Tanto como para nada... –dejó caer la
muchacha, divertida. –Mirando cómo me has
dejado, nadie diría eso –el Xeniam terminó por colocarse su capucha,
ocultando su rostro, y volviendo a observarla unos segundos antes de hablar de
nuevo, mientras se dirigía a la salida.
– No estoy habituado a disfrutar de sesiones
de sexo consentido, precisamente. Recuerda cerrar cuando salgas de aquí... Y no
vuelvas a cotillear nada relacionado conmigo, o podrías acabar de nuevo
encerrada otra noche –dijo Akran justo antes de salir de la estancia, con
un tono indistinguible para Sona, quien no sabía decir si se trataba de una
broma, una invitación o un comentario neutro. Encogiéndose de hombros, se
hundió en el baño. Ya que no tenía nada que hacer, aprovecharía para relajarse
un poco, y tal vez volviera a dormir de nuevo... La había destrozado.
Diversos pensamientos trazaban la
mente del Xeniam, mientras avanzaba hacia el Arcanum. El aguante de la muchacha
podía deberse al etwahl, quizá. Pero no su habilidad. Su cuerpo respondía a sus
estímulos como si hubiera estado acostumbrada a intensísimas sesiones sexuales.
A él lo que hiciera Sona en su tiempo privado no le importaba en absoluto,
pero... Chasqueó la lengua, mientras cruzaba los vacíos pasillos. Ahí había
algo que no terminaba de comprender, y no le gustaba.
Pero no por ello dejaría de
agradecer a la demaciana librarle de la agonía de tener que volver a ver y
tomar a una súcubo hasta destruirla por su violenta esencia pura.
Nunca era una visión agradable. Lejos de excitarle, aquello le provocaba un
profundo desagrado... Cosa que no había sucedido con la bella artista. Pero ello
no significaba que no se aseguraría de cerrar su maldita puerta de ese momento
en adelante.
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